"¿Cómo está mi preciosa hija?" Preguntó melosamente, abrazando a su "bebé", que en ningún momento esta le correspondió y mucho menos le respondió. "Te vas a olvidar de él con el tiempo."
"¿Qué maldito tiempo? Me queda muy poco de vida y lo sabes. Solo quieres que muera odiándote, porque ya lo estoy haciendo. Piensas en tú felicidad y no piensas en la mía, ¿Qué clase de madre barata eres?" Confesó esto mirándola con odio y asco. No podia creer que su propia madre quería separarle de un chico tan maravilloso como lo era su precioso Calum.
"Es por tú bien. Ese chico casi te mata."
Alaska rió amargadamente.
"Él no tuvo que ver con nada de lo que ocurrió. ¿O qué? ¿Creerías que el me mataría y llamaría a la ambulancia en cuestión de segundos y estuviese preguntando sobre mí todos los días? No lo creo, madre."
Después de decir esto, a su madre le fue imposible no reflexionar ante lo que su hija le había dicho. Ese chico estaba tan enamorado de ella que haría lo que fuera para verla feliz, y que no sufra por ningún motivo. Pero, había algo que se les interponía: su cobardía al entregarse de nuevo al amor.
