Alaska se mantuvo la mayor parte del día leyéndose un montón de libros viejos que su padre habían amontonado en el sótano de la casa mientras que el olor a café impregnaba la habitación por completo.
La chica volvió a tomar otro sorbo de su taza sin despegar la mirada de su libro hasta que recibió un mensaje de Calum. Alaska soltó su libro y su café, desbloqueando su teléfono para así revisar lo que decía.
"-Hey, Alaska. ¿Cómo estás? Ya quiero verte. Te quiero xx"
"-Hola Cal. Estoy bien, gracias por preguntar. Yo también te quiero xoxo"
Y esa sonrisa permaneció en su rostro todo el día.