Alaska se encontraba en el lugar donde había conocido a Calum: el centro de psicología. El cual había cerrado unas semanas atrás por falta de recursos y personal. ¿Y cómo no? Ya que este estaba lejos de la ciudad y todo estaba muerto y desolado.
Alaska caminaba con pasos lentos sobre las ramas caídas de los grandes árboles. Nadie rondaba por esos lugares a esa hora de la tarde, pero había decidido venir porque sería el último intento de volver a conseguir el amor de Calum, y ya se había rendido, así que, ¿Por qué no recordar lo pasado? No suena nada mal.
Obviando el frío que hacía se sentó en el césped que estaba lleno de nieve acabada de caer. Los sollozos de Alaska era lo único que resonaba en aquel lugar. Su madre había muerto, Calum abandonó su vida, la relación entre su padre y ella era muerta... Y aunque Alaska estuviese curada de su grave enfermedad, aún luchaba contra las ganas de morir porque lo que ella quiso un día se fue;
Su madre.
La luz de sus días. A pesar de su mal comportamiento contra su madre algunas veces igualmente la amaba y la sigue amando.
Nada estaba yendo bien.
Nada iba a estar bien.
