Capítulo 1 : El inicio de la pesadilla

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La tierra tiembla. El cielo arde en llamas. Las constelaciones se deforman y las estrellas brillan con una luz demasiada cerca. Se puede notar una gran nube roja en el cielo y un centenar de estrellas que titilan tan rápido que al parecer pronto estallarán. La gente grita sin saber qué hacer, únicamente corren huyendo de la catástrofe, pero no saben que no hay lugar donde esconderse. Los edificios se tambalean de un lado a otro. Las corrientes de aire están soplando tan fuerte que los carros vuelan. Las mareas se salen de su sitio y ahora han inundado a ciudades enteras. La noche y el día no existen, el color del cielo no los define. Las calles se agrietan y las casas van cayendo a un hueco infinito. Los relojes están locos, giran tan rápido que su mecanismo se destruye en segundos. La radio emite sonidos extraños y en la televisión solo se ven puntos grises. Un fuerte grito altera más las cosas, las alarmas suenan y la oscuridad cae arrasando con todo a su paso. Solo se escuchan alaridos de lamentos. El planeta ha llegado a su fin. El tiempo colapsó. El cielo se cae, y la vida se extingue. El tiempo desaparece.

Afortunadamente todo se trataba de otro sueño apocalíptico, como era de costumbre en clase de sociales de Nicolás Wood; un chico de diecisiete años. Al despertar, la luz de la ventana le obligó a cerrar sus ojos cafés nuevamente, mientras se dejaba envolver por los sonidos de la realidad. Su cabello, oscuro, y desordenado como siempre, lo sentía en su frente sudorosa. Abrió los ojos, pero esta vez vio a su profesora enfrente de él. De nombre Rebecca Sellers: una mujer adulta que siempre vestía de falda larga, gafas, y su rostro sembraba temor en los estudiantes de la secundaria Holpriet. Le alzaba una ceja.

Nicolás giró su cabeza para ver el resto del salón. Todos sus compañeros lo observaban mientras se reían susurrando palabras en sus labios.

—Señor Wood, ¿se encuentra bien?—le preguntó su profesora.

La volteó a ver de nuevo.

—Sí señorita Sellers—su voz sonaba temblorosa después de tener aquella pesadilla.

— ¿Cuántas veces le tengo que repetir que el colegio es un lugar para estudiar y no para dormir?—se escuchaba enojada y eufórica— ¿Cuántas horas dedica a dormir?

—Creo que no las suficientes.

Sellers dio media vuelta y se dirigió al tablero, pero seguía hablando con su voz prepotente.

— ¿Entonces viene a dormirse a mi clase por no dormir horas suficientes?— se dibujó una sonrisa sarcástica en su rostro.

Él, volvió a ver a sus compañeros, seguían mirándolo con unos gestos de burlas. Era costumbre que lo hiciera. Pero para Nicolás, esto nunca le afectaba; de hecho, a veces disfrutaba que lo hicieran. Le gustaba estar alejado. Tomó aire. Se tranquilizó un poco, sabía que la destrucción que ha tan sólo unos segundos había visto, se trataba simplemente de un sueño.

—No solo me duermo por eso, también es porque su clase es aburrida.

Inmediatamente todos se echaron a carcajadas. Sellers alzó sus cejas mientras abría enormemente sus arrugados labios.

— ¡A coordinación, de inmediato!—gritó.

No quiso poner más problema, tal vez porque él quería que lo sacaran de allí. Cogió su maleta y salió. Ni siquiera oyó las quejas que su profesora decía, solo se fue.

La secundaria Holpriet, aparte de ser una de las más importantes de Standhol; ciudad natal de Nicolás; era un enorme establecimiento de tres pisos. Tenía auditorio; coliseo; salas electrónicas; y una gran fuente situada en el centro de su parque. El pasillo estaba muy solo, pues todos se encontraban en clase. Entró al baño y se hecho agua en la cara queriendo refrescarse y tratar de despertar. Un grillo se paró en la ventanilla, y la luz del sol entraba de una manera tan majestuosa que sacó su cámara de la maleta; de marca Canon. Era negra y con una gran lente que podía hacer girar. La alzó y de un solo apretón, le tomó una foto. Quedó como de revista, pero eso no le importaba a él.

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