Capítulo 21: Angustia [Parte Uno]

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Todo se había nublado. Un silbido en el oído de Nicolás le estorbaba. Sonaba como si alguien le gritara, pero no había nadie allí, o por lo menos no podía distinguir bien. Todo el humo se había concentrado en la autopista. En el fondo, podía notar unas cuantas llamas; el recuerdo del Hotel Hulson comenzó a martillarle la cabeza, parecía aquel día. Estar en los tormentosos pasillos del hotel, tratando de escapar, mientras la neblina lo envolvía; matándolo lentamente. La autopista le producía lo mismo, como lo hacía el tiempo; este último siempre lo había perseguido, mirándolo desde lo más lejos, esperando el momento perfecto para terminar con él. Se dio cuenta que el tiempo, es fiel amigo de la muerte.

Trató de levantarse, pero el desaliento se lo impedían. La explosión hizo que se debilitara, le dolía todo su cuerpo. Volvió a caer al suelo. En ese movimiento notó que a su lado se encontraba la placa de un auto; aquella placa que estaba en la fotografía, la del auto donde se hallaba Anne: MP-F33. Estaba totalmente quemada. Lo asustó al ver más allá, había cuerpo tirado totalmente calcinado. Se estremeció. Cada nervio de su cuerpo se alteraba. Tocó su cabeza, y al bajar su mano la tenía ensangrentada. Puso de nuevo el brazo en el pavimento, tomó fuerza. Pero antes de empujar para poder levantarse, escuchó el sonido de la muerte. Llenándolo de escalofríos. Quedó inmóvil. Oyó unos lentos pasos que se aproximaban. Su cabello le colgaba. Sentía que lo que se aproximaba no podía ser nada bueno. Fue cuando vio los zapatos de aquella persona que supo identificarla. Empezó a subir la mirada lentamente. Una gran gabardina gris cubría a aquel personaje, y encima de la cabeza llevaba un elegante sombrero. Le vio el rostro, Williams Holpriet lo estaba acompañando.

—Buenas tardes, Nicolás Wood— dijo con su tono que lo identificaba, antipático, y lleno de exquisitez. Con una gran sonrisa—, diría que es una sorpresa hallarlo por aquí, pero no me gusta mentir.

Una gota de sangre cayó del rostro de Nicolás. Chocó contra el suelo, esparciéndola en el pavimento. No tenía alientos para hablarle, aunque quería hacerlo, si el hombre del sombrero fue a verlo, era por alguna extraña razón. Este, al no escuchar respuesta por parte de él, se arrodilló, quedando a igual altura que Nicolás. Él, ni siquiera volteó a verle. Su mirada la tenía fijada en el suelo. Abrió su boca y sacó fuerzas de donde no las tenía.

— ¿Por qué siempre me tiene que llamar por mi nombre y mi apellido?—dijo lentamente.

El hombre se sintió aliviado que le respondiera. Se levantó suspirándole en el rostro.

— ¿Y por qué no llamarlo así? Nicolás Wood ¿Acaso han puesto su apellido de adorno? En lo que a mi concierne, debe ser así, así es como se le debe llamar a las personas.

A veces pensaba que las palabras que el hombre decía, podrían tener un grado de verdad. Pero recordaba que todo era falso, era un asesino; estaba loco.

— ¿Qué quiere?— levantó su vista para penetrarle en los ojos el odio que le tenía.

— ¡Oh! No te preocupes, lo que quiero ya lo he hecho. Gracias a ti, que sigues haciendo lo que planeo.

Tomó su sombrero y lo bajó a la altura de su cintura. Volteó a ver la autopista totalmente consumida en un humo oscuro y adornado con crueles llamas de fuego que calcinaban todo objeto y persona a su paso.

— ¡Es magnífico!—gritó—. ¡Una obra maestra! Soy todo un espléndido artista al realizar semejante acto—mientras hablaba, movía sus brazos de un lado hacia otro—. El humo contrasta realmente con el cielo. Aunque creo que le hace falta un toque más de sangre y cabezas decap...— fue interrumpido por un grito de Nicolás.

— ¡Cállese!

Dio media vuelta viéndolo tirado en el suelo, sostenido solo de sus manos y rodillas.

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