Capítulo 11

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Samuel

Un dolor agudo me atravesó el estómago. Me retorcí para intentar soltarme de los brazos del que me agarraba, logré liberar una mano y le propiné un puñetazo a uno en la cara. Se tambaleó haci atrás
-Será cabrón- una voz muy familiar salió de su pasamontañas y me dio un puñetazo en la boca. Noté como un chorro de sangre me salía de esta, el dolor me inundó la cara. Logré enganchar el pasamontañas de este y quitárselo de un tirón. Me quedé pálido, mis ojos me tienen que estar fallando, no puede ser, no... no puede ser posible. Gabriel, tras el pasamontañas está Gabriel. No puede ser, se supone que es mi amigo, un puñetazo me tiró al suelo. Después de eso todo fueron golpes, la cabeza, el tronco, las piernas. Todo me empezó a arder del dolor. Mi vista se empezó a desvanecer cuando una sombra salió de entre la negrura. La figura empezó a golpear a los 3. Me supongo que el segundo debe de ser Bryan pero el tercero ya no lo sé. La sombra empezó a esquivar golpes y a golpearlos a ellos. Rápidamente los 3 cayeron y esa figura me recogió. Esa figura...
-Tú- fue lo único que logré decir.
-¿Estás bien?- Preguntó
preocupado y enfadado al mismo tiempo.
-Sí...
-Venga ven.
Me levantó en peso y me ayudó a andar... más bien me llevó él. Él...
Me dirigió rápidamente hacia fuera de los callejones. Allí se hallaba un Porsche negro. Me subió al asiento del copiloto y cerró la puerta. Abrió la del piloto y se sentó. Arrancó y velozmente salimos.
-Tú- repetí.
Tiene los nudillos blancos de la fuerza que está haciendo contra el volante.
-Dame una sola razón para no dar la vuelta y arrancarles la cabeza- exigió entre dientes.
-No lo hagas, por favor- sollocé.
-Se lo merecen.
-Ya, pero creo que eres mejor que eso.
-Cómo lo sabe si no me conoces.
-¿Te acuerdas del consejo que me diste en el baño del cine? Con eso me basta.
Su cuerpo se relajó y suspiró.
-¿A donde vamos?- le pregunté.
-¿Tienes donde dormir?
-Mi casa.
-Tu madre no te puede ver así, llámala y dile que te quedas a dormir en casa de un amigo tuyo.
Hice lo que me dijo. Cogí el teléfono y marqué el número de mi madre.
-Samuel, ¿pasó algo?
-No, mira mamá... ¿puedo quedarme a dormir en casa de Javi?
-Mañana tienes clase.
-Ya pero nos van a dar una charla y no hace falta llevar libros ni nada. Por favor...
Escuché un suspiro tras el auricular.
-Vale, pero mañana a la hora de comer aquí y a la tarde no sales.
-Vale, gracias- y colgué.
Me dejó. No me lo creo. Desde que mi padre no está cambió mucho. Está siempre más amable y quiere que sea feliz.
-¿Y ahora qué hago?- le pregunté a este desconocido.
-Esta noche te quedarás en mi casa. Por cierto, mi nombre es Zack.
-El mío Samuel.
El resto del camino lo pasamos en silencio, yo mirando por la ventanilla y él para la carretera. Esto es muy extraño. Hizo un giro más y frenó en un aparcamiento. Salió del asiento del piloto y abrió mi puerta, cuando me cogió un dolor agudo atravesó mi costado. Gemí
-Lo siento- se disculpó.
Accionó un botón de las llaves y el coche se cerró. Cruzamos la acera y entramos en un edificio, cogimos el ascensor. Primera planta, segunda planta... llegamos a la quinta y este se paró. Zack me llevó hasta una puerta y la abrió con cuidado de que no me cayera. Cuando entramos me llevó a una habitación y me sentó en la cama.
-Tú dormirás aquí, yo en el suelo- me informó.
-Vale.
-¿Quieres un vaso de agua o algo?
-No- negué.
Se fue de la habitación y al minuto entró con un botiquín; empezó a curarme las heridas. Cuando acabó se llevó el botiquín y volvió con unas mantas que colocó en el suelo, cogió un cojín y también lo puso en el suelo.
-Acuéstate Samuel, debes descansar- me recomendó.
Me descalcé y me metí en la cama completamente vestido, él también se metió en la suya improvisada y apagó la luz. Gabriel, cada vez que cierro los ojos veo su cara, no me lo creo, como pudo hacer esto, éramos amigos.
Abrí los ojos abrumado por la claridad de la mañana, intenté moverme y un dolor por todo el cuerpo me inundó. Miré hacia Zack, está aún dormido. No sé que hacer, si levantarme, si quedarme en la cama... en esto abrió los ojos.
-Buenos días- me saludó.
-Buenos días- contesté.
-¿Qué tal estás?
-Bien- mentí.
Me intenté mover un poco y el dolor volvió a mí.
-¿Seguro?- me examinó con la mirada.
-Me duele todo.
Se levantó y me ayudó a levantarme, ya en pie lo seguí hasta una pequeña cocina. Cada paso me duele, cada respiración me duele, estoy hecho unos zorros.
-¿Quieres un café?- me preguntó.
-Por favor- le supliqué.
Mientras se está haciendo el café me atreví a preguntar lo que llevaba toda la noche preguntándome.
-¿Cómo me encontraste?
-Pasaba por ahí y escuché todo ese ruido- no seguí dándole vueltas al tema.
-¿Dónde aprendiste a pelear así?
-¿Se puede acabar este interrogatorio?
-Pe... Perdón- tartamudeé.
Se hizo el café y me lo echó en una taza, después introdujo el azúcar y me lo dio. Me lo tomé de 2 tragos, el mejor café de mi vida.
-¿Qué se supone que voy a hacer yo ahora?- sollocé.
-¿Qué?
-2 de los 3 van a mi clase, ¿cómo se supone que tengo que reaccionar yo ahora?
-Hazles parecer que eres débil- me recomendó.
-¿Y qué se supone que hago con eso?
-Muy fácil, si te ve todo el mundo cómo si fueras débil, todos tus amigos se volcarán más en ti y evitarán que los otros se acerquen a ti, y si ellos te ven débil pensarán que ya han ganado, y no te harán nada más. Por ejemplo, si te ven entrar subidito, irán a por ti de nuevo, hazme caso, finge ser débil.
-débil, creo que puedo hacerlo- suspiré.
Fue hasta su habitación y volvió con un pantalón negro, una camiseta con una calavera y una sudadera negra con una ralla blanca. Me la puse y miré el reloj, las 8:45
-Mierda, no llego- maldije.
-Tranquilo, te llevo yo- me tranquilizó.
Cada movimiento que hago me duele, me miré antes al espejo para peinarme y tengo hinchado el moflete y una herida en la boca.
Salimos de su casa y me ayudó a entrar en el coche. El trayecto fue rápido. Cuando llegamos me recordó.
-Sé débil.
-Vale.
Y abrí la puerta del coche para salir.

El demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora