Capítulo 14

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Laura

Hoy no he ido a clase. No me vi con ganas. Tras lo que pasó ayer he sentido un gran vacío dentro. Aún me pregunto el por qué. El qué tengo de malo para hacerme algo así. Por lo menos que me hubiera cogido y me hubiera dicho:
-Lo siento, es que no me gustas.
O cualquier cosa de esas, pero no. Decidió irse sin decir nada, sin pensar en cómo yo me pudiera haber sentido. Hoy le he dicho a mi madre que me encontraba mal, ella ha desconfiado un poco al principio pero al final lo ha dejado. Me he pasado la mañana en cama, pensando en la vida, pensando en lo que viví y en lo que viviré. Pensando en el amor, la guerra, el mal en el mundo. He llegado a una conclusión. Todo es una mierda. Sobre las 12:00 me puse la televisión, vi una película llamada Cándida. Iba sobre una señora de unos 60 años. Es su historia. La historia de Cándida. Una señora con 3 hijos ya adultos. Una chica, que no le hace ni caso, que pasa de ella. Un hombre drogadicto que acaba suicidándose en la cárcel, quemándose. Y otro hombre, pero este loco y acaba en un manicomio. A ella no le iba bien en la vida. Se pasaba de casa en casa, limpiando por 3 duros, pero feliz. Siempre sonriendo, siempre intentando ser lo más feliz que pueda. Ella conoció a un presentador de las noticias. Acabó llevándola a las noticias y ella dijo algo que me pareció lo más tierno del mundo:
- No hay que tener vergüenza y decir las cosas bonitas, porque bastante feo está el mundo para estropearlo nosotros, porque ser amable no cuesta dinero... Yo toda mi vida he estado fregando escaleras, terrazas y de todo... y sé que lo blando gana a lo duro, pues yo no he visto mancha por muy dura que sea que no salga con el agua... Hay tanta gente sola en el mundo como mi hijo, muriéndose por falta de cariño, tanta gente que necesita un beso nada más... porque los besos son blanditos como el agua y quitan muy bien las manchas de la soledad por muy duras que sean... Con lo bonito que es ayudar a las personas.
El presentador acabó llevándola a vivir a América. Él y su novia le iban a comprar una casita allí, pero volvió a España tras recibir la llamada de su hijo. Había salido del manicomio y ella, con lo buena que es, decidió renunciar a su sueño por él.
Cuando acabó me quedé pensando. Si ella, tras llevar esa vida, era feliz, ¿por qué yo no lo iba a ser por un hombre? A la hora de comer no tomé nada. Aún después de reflexionar no me sentí con ganas de tomar nada, me siento un poco más animada, pero no estoy bien del todo.
Mi madre abrió la puerta y entró.
-¿Te encuentas mejor?- me preguntó.
-Sí.
-Entonces, ¿mañana vas a clase?
-Sí.
Y nada más decirlo salió de la habitación. El móvil empezó a sonar, el nombre de Alexandra cubría toda la pantalla. Lo cogí y descolgué.
-Hola- saludó.
-Hola.
-¿Qué tal estás?
-Mejor.
-¿Seguro?
-Sí.
-¿Has hablado con Samuel?
-No.
-Creo que deberías hablar con él, hoy preguntó por ti.
-¿En serio?
-Sí.
Seguimos hablando durante 30 minutos y al final me acabó convenciendo de que hablara con él. Le dije que lo llamaría, no me apetece mucho pero se lo prometí. Tengo su número marcado en la pantalla de mi móvil. Llevo mirándolo 10 minutos, pidiendo a mi cerebro que pulse la tecla verde. Mi dedo se empezó a mover lentamente, dándole al dichoso botón. Me puse el aparato en la oreja, escuchando los tonos, nerviosa. Los tonos pararon al cuarto. Ha cogido.
-¿Laura?- preguntó.
Sólo fui capaz de suspirar.
-Laura, ¿ha pasado algo?- mi pecho se empieza a agarrotar, por qué, por qué este hombre causa este efecto sobre mí.
-No, es sólo, que quería hablar.
-Ahora mismo no puedo hablar...
-Samuel, por favor- supliqué patéticamente.
-Vale, espera un momento- se sacó el auricular del oído y escuché que le dijo algo a alguien. 1 minuto después dijo.
-Ya puedo.
-Va...le.
-A ver, de qué quieres hablar- suspiró.
-Pues no sé, de lo de ayer, digo yo.
-Y qué quieres que te diga.
-Pues... por qué hiciste lo que hiciste.
-Vale, te lo diré. Sé que no debí haber hecho eso, haberme ido sin más. Sin explicarte nada, pero... es que nunca me pasó esto, jamás me habían hecho esto y... me asusté. Me puse nervioso.
-Pero... ¿yo te gusto?
-No lo sé. No te voy a decir que me gustas cuando ni yo lo sé. Pero tampoco te puedo decir que no me gustas. Aún no sé que siento hacia ti, tengo miedo.
-¿De qué?
-De enamorarme.
-No sé que decir- me quedé en blanco.
Por fin, por fin se abrió. Lo que llevo esperando tanto tiempo por fin se cumple. Tengo una esperanza, por fin sé realmente que tengo una esperanza con Samu.
-No digas nada... sólo...- el ruido de una puerta se escuchó tras el teléfono -lo... lo siento, ahora no puedo hablar, mañana seguimos.
-Chao- me despedí y colgó.
¿Qué habrá sido eso? ¿Qué sería eso tan importante que tiene Samuel para cortar esta conversación? Sea lo que sea soy feliz, por fin me dijo lo que siente. Quedé en llamar a Alexandra después de hablar con Samu. Marqué su número rápidamente y cogió al primer tono.
-¿Qué te ha dicho?- preguntó eufórica.
-O sea, se abrió.
-¿Cómo que se abrió? Cuéntame todo.
-A saber donde estaba porque tuvo que irse para hablar. Después me dijo que no sabía si yo le gustaba, que se fue porque se asustó, que tiene miedo a enamorarse... es tan mono.
-Un poco cursi, pero me alegro por ti.
Nos quedamos hablando mucho tiempo. Yo me sentía eufórica y feliz al mismo tiempo, estoy deseando ir mañana a clase y verlo.

El demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora