Capítulo 13

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Samuel

Entré por la puerta de casa, me quedé boquiabierto, los armarios están todos abiertos, todo desecho, tirado por el suelo. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Llamar a la policía? Antes de hacerlo decidí examinar la casa un poco más. Entré en mi habitación, un desastre. Todo por el suelo, todo desecho, mis cosas, ¿quién haría una cosa así? Me acerqué al salón, está completamente igual que mi habitación. En esto me pareció oír un ruido de la cocina. Me acerqué lentamente, vi de reojo por la puerta...
Oh, dos hombres están discutiendo apoyados en la mesa ¿Qué hago ahora? Di la vuelta lentamente, di unos pasos, pero torpemente me tropecé.
-¿Qué ha sido eso?- dijo uno de los hombres dirigiéndose a mi lugar. Me vio y eché a correr. Él me siguió también corriendo y gritando "ahí está el niño, tenemos que cogerlo". Me metí en mi habitación y cerré la puerta. Gracias a Dios tengo pestillo, lo accioné y empezaron a golpear la puerta.
-¡Abre!- gritaron.
Yo sólo soy capaz de chillar, ¿qué hago? ¿Qué hago? Un sonido sordo empezó a golpearme los oídos. Parece como... una herramienta metálica golpeando la puerta. La puerta se empezó a deshacer poco a poco. Me aparté todo lo que pude de esta, me senté en la cama y puse la cabeza entre las manos, haciéndome un ovillo con mi cuerpo. Unas lágrimas se desprendieron de mis ojos. Los hombres lograron entrar y uno de ellos se me acercó, me agarró del cuello y me obligó a verle la cara.
-Donde está tu padre- preguntó
-¿Que? No... no...
-Que donde está- me apretó más fuerte.
-Mi padre... está muerto- le grité.
-No... no puede ser- me soltó de repente y miró hacia el otro hombre -Él no era tonto, seguro que dejó la lista a algo, o alguien- los dos miraron hacia mí.
¿Qué clave? ¿De qué hablan?
-Dinos todo lo que sepas- exigió el hombre más alejado.
-No... no sé nada.
-¡No mientas!- gritó.
-Él murió cuando era pequeño, no sé nada, en serio.
-Eh, vosotros- Un hombre mayor, de unos 50 o 60 años apareció de repente -soltarlo ahora mismo.
Le hicieron caso y se quedaron mirando hacia él.
-O si no qué- se le encararon.
En esto se abalanzaron sobre él, lo van a matar, o eso creía porque de repente empezó a esquivar y a dar golpes hasta que los dos hombres no tuvieron más opción que salir corriendo.
-¿Estás bien?- me preguntó el anciano.
-¿Quienes eran?
-Eso ahora no importa, ven conmigo.
Me llevó hasta un coche que se encontraba apagado en la puerta. Subí al asiento del copiloto y él al del piloto. Arrancó.
-Me llamo Nick- se presentó.
-Yo... Samuel- respondí.
-Sé muy bien quien eres, Samu.
-¿Cómo?
-Todo a su debido momento.
Se calló y miró a la carretera. Me llevó por un camino lleno de árboles a lo alrededores. Los coches ya dejaron de pasar hace tiempo. Parece una carretera poco frecuentada. ¿Y si esto ha sido una encerrona? ¿Y si todo ha sido para llevarme a algún sitio? El agobio se adueñó de mí, quiero salir de aquí y ahora.
-Tranquilo, no te haré nada.
Paramos en frente de un edificio gigante, es lo más grande y bonito que vi en mi vida, salimos del coche y nos dirigimos a la puerta principal. Por dentro es tan bonito que por fuera, wow. Lo más bonito que vi en mi vida.
-Los demás te están esperando arriba, ven.
¿Los demas? ¿Quiénes? Subimos por unas escaleras preciosas, cuando llegamos arriba me llevó hasta una puerta corredera que abrió de un tirón. Un bonito y muy grande comedor se escondía tras esa puerta. Dentro había un grupo de gente. Me fue diciendo sus nombres de izquierda a derecha.
-Estos son: Pedro, Samanta, William, Rick y al que creo que ya conoces, Zack.
Es verdad, sentado en una silla está él. Ni si quiera me está mirando. Todos van vestidos de negro, cuando lo conocí, Zack también estaba de negro.
Quiero explicaciones, necesito explicaciones.
-Qué está pasando- exigí saber.
-Como he dicho antes, todo a su tiempo- me contestó Nick calmado.
-No, ¡el momento es ahora!- grité -por qué esa gente me preguntaba por mi padre, o mejor dicho, quién era esa gente.
-Acompañame- me ordenóNick mientras se dirige a la puerta.
Salimos y bajamos las escaleras, después bajamos otras y entramos en una sala muy grande y preciosa. Llena de libros y armas super chulas.
-Te responderé a todo lo que quieras- dijo ahora -pregunta lo que sea.
De repente me quedé en blanco, tengo tantas preguntas que no sé cual formular primero. Dije la primera que se me ocurrió
-¿Quienes sois?
-Nos hacemos llamar Los protectores.
-¿Para qué servís?
-Para proteger.
-A quién.
-A personas como tú y como tu padre.
-Qué tiene que ver mi padre con todo esto.
-Tú padre era como tú, una persona... especial. Yo era su protector, pero un día me despisté, lo cogieron y...-las lágrimas empezaban a juntarse en sus ojos -era un buen hombre.
-Qué quieres decir con especial- cambié de tema.
-Samu, tienes un poder muy especial al igual que tu padre. Tú heredaste tal poder y nuestro deber es protegerte. Antes éramos más, muchos más y vosotros también erais muchos más.
-¿Y qué pasó?
La curiosidad ya desbordaba mi ser. Se sentó en una silla pegada a una gran mesa. Hice lo mismo.
-Todos nosotros existimos desde hace siglos, cuando vosotros aparecisteis ellos también. Creen que sois una especie de demonios mandados por Satanás, creen que nacisteis para hacer daño a la gente y para hacer el mal. Empezaron a matar a todos los que eran como tú pero al igual que ellos, nosotros teníamos otra idea. Es un gran don que puede servir para arreglar el mundo. Un don que puede servir para ayudar a la gente. Empezamos a luchar entre nosotros, ellos siempre nos superaron en número y fuimos muriendo poco a poco. Los "sombras" que así es como os llamamos nosotros, empezasteis a morir todos, sólo quedó una familia, la tuya. Pensaban que sólo quedaba tu padre, me temo que ahora ya saben que tuvo un heredero.
Acabó la historia y ya no sé que decir, ya no sé que pensar. Dije lo primero que se me ocurrió.
-¿Y mi hermano?
-Tu hermano no recibió ese don.
-¿Y qué voy a hacer ahora?
-Tu madre sabe lo que era tu padre, cree que tú no lo eres, o al menos, tiene la esperanza. Irás a casa, le explicarás todo y vendrás aquí, a vivir.
-No, no voy a dejar a mi madre sola- repliqué.
-Tienes que hacerlo.
-Creo que os estais equivocando, no lo creo, os estáis equivocando de persona- me levanté y me dispuse a irme pero antes de hacerlo el anciano me agarró el brazo, me subió la manga y me puso una especie de símbolo que sacó del bolsillo sobre la muñeca. Empecé a notar una sensación extraña, me estaba empezando a quemar el brazo. Las venas se me empezaron a marcar y a volverse negras. Me quedé mirándolas y acto seguido aparté el brazo.
-Eres tú- dijo con aires de superioridad.
-¿Qué es eso?- pregunté perplejo.
-Es vuestro símbolo, el símbolo que os despierta, venga, subamos.

El demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora