Capítulo 21

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Samuel

La luz se empieza a abrir paso entre mis ojos. Perezosamente los abro. Estoy en mi cama, en mi habitación, tumbado. Me duele todo, el cuerpo me pesa, pero, a pesar de ello intento incorporar el tronco. Todos están aquí, viéndome, quietos.
-Hola- me saluda Nick.
-Lo siento- dijo Pedro sonriendo.
-No... no pasa nada, ¿Cuánto tiempo he estado aquí?- pregunté.
-Unas 6 horas- respondió Samanta.
-Ven conmigo- me ordenó Nick.
Me levanté como pude, lenta y torpemente. Cuando ya estuve de pie me acerqué a donde estaban todos. El anciano salió por la puerta y yo lo seguí. Me llevó hasta la sala donde habíamos hablado ya una vez. Allí me preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Qué me pasa de qué- me encuentro perplejo.
Se acercó a mí y puso sus manos en mi cabeza. Cerró los ojos y se quedó un rato así hasta que, cuando por fin los abrió, me soltó y cogió un pequeño puñal. Dibujó un símbolo en el suelo, me subió la manga de la sudadera y me hizo un corte en la muñeca derecha. Me quejé un poco pero le dio igual. Puso mi brazo a unos centímetros del símbolo y dejó caer unas gotas de sangre contra él. Me soltó y se quedó mirando el símbolo. La sangre empezó a moverse sola, rellenando el símbolo. Cuando estuvo completamente rojo, la sangre empezó a burbujear y a echar humo. Todo se llenó de humo, un humo espeso que no dejaba ver nada. Cuando desapareció volví a ver el símbolo, que, impresionantemente, ha desaparecido.
-Lo que me imaginaba- aseguró Nick.
-¿Qué ha pasado?- pregunté.
-Que te han bloqueado.
-¿Qué?
-Seguramente fue cuando eras pequeño, alguna bruja.
-Mi... mi abuela era druida.
-Seguramente fue ella. Te cogió, sabiendo lo que eres, pensando lo mismo que los otros, que eres un mal y te intentó proteger, bloqueando tu don.
-¿Y tú puedes desbloquearlo?
-Yo no, espera aquí un momento.
Nada más decirlo salió por la puerta, yo estuve esperando, unos 20 minutos más o menos hasta que apareció por la puerta con Zack.
-Ve con Zack- ordenó Nick.
Salí por la puerta con él y nos fuimos hasta su habitación, Allí, sacó una camiseta negra, una sudadera también negra, un pantalón vaquero del mismo color y unas botas, también negras.
-Ponte esto.
Me quité la sudadera y la camiseta, vi de reojo a Zack, me está mirando, medio sonriendo, me puse rápido la camiseta y la sudadera, después le di la espalda y me quité torpemente el pantalón que llevaba y me puse el que me dejó Zack. Me senté en la cama y me puse las botas, cuando acabé, metí el pantalón dentro de ellas. Me levanté y lo miré, lo único que hizo fue asentir. Salimos por la puerta y allí nos esperaban William y Samanta. Ella lleva un vestido negro corto, su pelo blanco -teñido- contrasta con él. Le queda genial.
-¿A dónde vamos?- Pregunté.
-De fiesta- dijo William riendo.
Salimos de la mansión y entramos en el coche de Zack, yo de copiloto. Arrancó el coche y a demasiada velocidad empezó a conducir. Todos estuvimos callados en el trayecto. 1 hora después, ya completamente de noche fuera, frenó el coche. Mucha gente, casi todos vestidos de negro están esperando en una larga cola, nosotros nos dirigimos al principio de la fila, delante del todo se encuentra un hombre bastante grande vestido de traje. Nos miró durante unos segundos y finalmente nos dejó pasar. En un gran patio se encuentra mucha gente, una leve música lo llena. En el medio se encuentra una mesa con varias fuentes de bebidas de colores y comida.
-¡Aquí están!- una mujer danzó hasta nosotros, jubilosa, sosteniendo una copa de líquido fucsia, que tendió a Samanta
-Toma un poco de esto.
-¿Va a convertirme en un roedor?- preguntó.
-Dónde está tu confianza? Creo que es zumo de fresa- dijo la mujer-. En todo caso está riquísimo. ¿Zack?- Le ofreció la copa.
-Soy un hombre -le dijo él con sorna-, y los hombres no consumen bebidas de color rosa. Anda, mujer, y tráeme algo marrón.
Ella lo ignoró y nos llevó hacia una puerta. La abrió y nos metimos dentro de una gran sala. Allí, se encontraba un hombre.
-Gracias, Carla- le agradeció a la mujer.
Nada más decirlo ella salió y nos quedamos allí con el chico de unos 25 años que se me acercó y me preguntó:
-¿Te gusta la fiesta?
-¿Es en honor de algo?
-El cumpleaños de mi gato.
-Ah. ¿Dónde está tu gato?
-No lo sé. Se escapó.
Se alejó y esta vez se acercó a Zack.
-¿Te has enamorado ya de la persona equivocada?- le preguntó.
-Por desgracia, Edward, mi único amor verdadero sigo siendo yo mismo- le contestó.
-Al menos, no tienes que preocuparte del rechazo, Zack.
-No necesariamente. Me rechazo a mí mismo de vez en cuando, para mantener el interés.
Edward rió y se echó hacia atrás. Se sentó en una mesa y me miró.
-Así que ese es el que está bloqueado- medio afirmó medio preguntó.
-Sí- contestó William.
-Salid los demás de aquí.
Todos salieron y me quedé sólo, bueno, con el hombre, que me miraba, me analizaba, hasta que al fin se levantó. Hizo un círculo en el suelo con una tiza y me ordenó que me pusiera en el centro. Empezó a hacer símbolos a mi alrededor. Cuando acabó se acercó a una estantería y cogió un libro, lo abrió y se puso a ojearlo.
-Cierra los ojos- me ordenó y así lo hice.
Empezó a leer en voz alta una página del libro mientras machacaba unas hierbas en una bote.
-Las luces se apagaron y la sombra llegó. El mal se acercaba lento. Las sombras cada vez eran más oscuras, la luz estaba desapareciendo. Un frío estremecedor me llenó. El frío de la muerte llegó, pero algo cambió. La gente ya no tiene miedo de las lúgubres tinieblas, la gente ya no siente temor. Son más fuertes que nunca. El mal se estremeció, aturdido. Las sombras empezaron a caer y una brillante luz apareció. Esa gente, la gente que salvó al reino de gallpurk, esa gente tan especial pronto fue temida. La demás gente empezó a rechazarla y otra a cazarla. Los buscaron por todas partes y los mataban fríamente. Aún ahora, en el presente, esa gente sigue buscando a los especiales y matándolos. Ya casi no quedan, es deprimente- se calló.
Yo escuché, muy atento, y horrorizado a la vez.
-interesante ¿verdad?- preguntó.
Cuando acabó con las flores lo único que quedaba en el bote era un líquido negro. Cogió una daga y se cortó dejando caer gotas de sangre sobre el bote. Lo removió un poco y me lo dio.
-Bebe.
-¿Qué?
-De un trago.
Primero lo olfateé, un olor a hierbas me llenó las fosas nasales. Acto seguido lo bebí. Todo empezó a dar vueltas.

El demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora