Capítulo 3 - Preparación

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Una semana después...

Todavía no había noticias de Varinäel, no había vuelto y nadie lo había visto, era una situación muy preocupante.
La guardia de Elphemia había hecho rondas de búsqueda intensivas por los bosques, y tampoco habían encontrado nada.
El armario vacío daba a entender que Varinäel se había marchado por su propio pie, pero había cosas muy extrañas, como por ejemplo que no se había encontrado ningún rastro de sus pisadas en la tierra, cosa que los exploradores sabían localizar muy bien. También era extraño que ningún centinela de las puertas de Elphemia lo hubiera visto salir, ya que hacen guardia día y noche turnándose.

Tampoco podían descartar la posibilidad de que alguien lo hubiera raptado y hubiera vaciado su habitación como engaño, para que pensaran que el chico había partido.


Fairiel y su padre estaban desesperados, y esa tarde estaban conversando para decidir qué hacer a continuación.

—Padre, ¿Qué vamos a hacer ahora? ¡No podemos quedarnos cruzados de brazos esperando a que aparezca por arte de magia! —dijo la elfa angustiada.

—Pero hija, no tenemos ni la más remota idea de dónde puede estar —dijo Idheldor.

—Pues partamos a buscarle, por donde sea, ¡Preguntemos por todas las ciudades de este continente si hace falta! —bramó ella.

—No podemos salir, a menos de que sea algo de vital importancia para los elfos.

—¡Por supuesto que es de vital importancia! ¡Es tu hijo! —gritó la elfa más alto todavía.

—No puedo mandar a una tropa, Fairiel, lo siento, pero cada vez somos menos elfos y no puedo dejar desprotegida la ciudad —dijo su padre.

Aunque los elfos podían vivir muchos años, algunos ancianos, ya cansados de vivir, buscaban la muerte. Otros elfos, aunque eran pocos, se marchaban a vivir a su suerte. Y por último algunos elfos que no cumplían con las normas básicas de convivencia, eran expulsados y condenados al exilio.

Todo esto sumado a que muchas parejas de elfos decidían no tener hijos y que otros decidían no emparejarse porque no creían en el amor verdadero, había dejado como consecuencia que la tasa de natalidad descendiera drásticamente.

—¿Y no puedes pedir ayuda a los humanos? —sugirió Fairiel .

—¡NO! Si nos ayudan, después querrán ayuda a cambio, posiblemente ser aliados en alguna guerra, y los elfos no queremos guerras. Además, los humanos son aliados de los enanos, ¡y odio a esos malditos mineros egoístas! —explicó su padre con enfado.

—¡Pues hay que hacer algo! —dijo la elfa irritada y elevando el tono de voz de nuevo.

—¡Todo esto es por tu culpa! ¡Seguro que Varinäel se ha marchado porque le has introducido esas estúpidas ideas en la cabeza de salir al exterior a vivir aventuras! —bramó su padre con los brazos cruzados sobre su pecho y con la cara cada vez más enrojecida por la ira.

Fairiel puso cara de incredulidad y sorpresa a partes iguales y después su rostro mostró tristeza, no podía creer que su padre le hubiese dicho eso.

—No creo que sea por eso, y no es por no sentirme culpable, pero todo esto es inusitado. Además, ahora que pienso, la tarde anterior a su desaparición Varinäel actuaba de manera insólita, estaba enfadado, distante y no quiso ni conversar conmigo.

Su padre la miró pensativo y ella continuó hablando.

—Padre, no sé si es mi culpa, pero voy ir a buscarle —dijo Fairiel muy decidida.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora