Capítulo 21 - Noche gélida

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Helena se quedó asombrada al ver a tanta gente en la orilla de la playa, pero alcanzó a ver que eran sus amigos con más personas desconocidas para ella.
No parecían presos ni que los hubieran apresado a ellos, parecían claramente amistosos.
Como solo tenían una pequeña barca tuvieron que ir en dos viajes hasta el gran barco donde la humana les esperaba.

Después de explicarle todo a Helena y presentarle a los nuevos, zarparon hacia la costa. Tendrían que volver a la aldea de la que salieron y hacerse con unos cuantos caballos.


Por la noche descansaron a turnos en el pequeño camarote y en unas incómodas literas para el personal que se encontraban en los cobertizos del barco.
Arribaron a su destino a mitad del día siguiente y el señor George les recibió en el muelle.

—No habéis tardado demasiado. ¿Y quiénes son vuestros nuevos acompañantes? No traficaréis con esclavos, ¿verdad?

—No diga tonterías padre, ¿A caso ve que lleven cadenas? —dijo Helena con tono impertinente y poniendo los ojos en blanco.

—Son amigos, pero tenemos que ir a recuperar a algunos amigos más que los oscuros se han llevado —dijo Ainur.

El rostro del hombre se quedó serio y pensativo.

—Llevad mucho cuidado, esos elfos bárbaros son muy astutos y unos grandes asesinos impíos.

—Lo sabemos, lo tendremos. Gracias por todo George.

—Bien, ya estamos en paz ¿no?

—Bueno, hay una última cosa...


Ainur le pidió que les dejara algunos caballos. El hombre no tenía suficientes para todos, pero les dejó unos cuantos y algunos materiales y monedas humanas con las que podían intercambiar o comprar caballos a otros humanos.
Además contaban con Lurion, el corcel de Fairiel y también el de Drillion, los cuales cogieron de Elphemia y dejaron en el establo de George mientras viajaban en barco.

Helena se entristeció al despedirse del grupo, pero sobre todo de su amor platónico. Pero era consciente de que ella era una simple aldeana y no podía ayudarles, no sabía luchar, e iban a ir contra unos enemigos muy poderosos. Así que no insistió en ir con ellos y se resignó, aunque le angustiara pensar que no volvería a ver a su Avar.


  Cabalgaron durante todo el día hasta que el cielo se oscureció de nuevo y la luna hizo su usual aparición

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Cabalgaron durante todo el día hasta que el cielo se oscureció de nuevo y la luna hizo su usual aparición. Casualmente había luna llena.

Estaban decidiendo dónde detenerse para acampar cuando a lo lejos vieron humo ascendiendo verticalmente hacia el cielo. Al acercarse divisaron una pequeña y solitaria casa. Estaban ya en la frontera entre la costa Dracónita y el pantano Mugrevientos.

Después de hablarlo, todo el grupo decidió ir a la casa y averiguar quién vivía allí y si eran buenas personas, podrían pedirles cobijo, ya que empezaba a correr un viento muy gélido.

Golpearon a la puerta con un extraño picaporte de hierro con forma de mano.
Escucharon unos pasos y la madera del suelo crujir. Después alguien se asomó por una pequeña ventana que había al lado de la puerta.

—¿Quiénes sois? —se escuchó decir a una señora desde dentro.

—Solo queremos saber si podría darnos cobijo —dijo Ainur.

La mujer ojeó a todos desde la ventana.

—Sois muchos...

—Aunque tengamos que dormir en el duro suelo sería mejor que aquí afuera con el frío y las criaturas... —dijo Fairiel poniéndose delante de la ventana.

—Está bien, parecéis buena gente, pasad.


Todo el grupo sonrió cuando finalmente aceptó y abrió la puerta.

La casa era humilde y tenía un tamaño pequeño pero aceptable. En la planta baja había un salón bastante grande con una pared de piedra en la cual había una gran chimenea de leña encendida. Vieron también una mesa grande de roble con ocho pequeños taburetes de madera y, al fondo, había unas escaleras que ascendían al piso de arriba, donde suponían que estaban las habitaciones. Aún estaban inspeccionando la casa cuando una joven bajó las escaleras, seguida por un pequeño perrito.

—Bienvenidos a mi humilde morada. Me llamo Cir. Ésta es mi hija Trinia y el peludín que la acompaña se llama Glau —dijo señalando hacia ellos.

—Encantados —dijeron varios del grupo a la vez.

—Todos sois elfos ¿Verdad? —Ellos asintieron —¿Has visto, Trinia? Nunca antes habíamos visto elfos.

La chica no habló, solo se limitó a mirar a su madre con el rostro serio.

La mujer era bastante guapa para la edad que aparentaba. Apenas tenía algunas arrugas y sus intensos ojos verdes le daban luminosidad a su pálido rostro. Ella les miró y les dijo:

—Mi hija es muda desde que nació. Es una pena, solo estamos las dos y ella no puede contestarme. Pero bueno, ahora que estáis aquí es todo un lujo escuchar una voz diferente a la mía. Me conformaré con eso como pago por hospedaros.

—Es usted muy amable —dijo Fairiel. —Podemos hablar todo lo que quiera.

Todos se acomodaron en las sillas y en el suelo y charlaron con la mujer un buen rato, contaron historias, leyendas y cotilleos. La mujer era muy curiosa y hacía muchas preguntas.

Después Ainur le dio a la señora un par de conejos y algunas hortalizas que les habían dado los Crownlight, para que hiciera un guiso para todos.
Lossie, Ril•lien y Fairiel ayudaron a la señora acocinar y a fregar.

La joven chica de la casa estuvo limpiando y después su madre le ordenó que buscara todas las mantas que tuvieran.

El perro se acercó a la hermana de Ninwo y se dejó acariciar por ella. Después se le puso en el regazo y se durmió encima de sus piernas. Era muy tierno.

Un rato después de cenar, el cansancio les cayó encima como un cubo de agua fría y las dueñas de la casa les bajaron mantas para que durmieran en el salón todos.

—Ha sido una suerte encontrar esto —le dijo Fairiel a Ainur, quien dormía a su lado.

—La verdad es que sí. Aunque me parece todo demasiado bonito.

—¿Crees que hay algo raro? —preguntó ella.

—No me fío del todo. Yo he deambulado solo por el mundo y sé que no puedes fiarte de todo el que parezca amable.

—Entiendo, bueno, estaremos atentos. Además, somos muchos ahora.

—Sí...

—¡Ssshhh! ¡Que quiero dormir! —les interrumpió Nacilë, que estaba tumbada al otro lado de Fairiel. Y al otro lado de ella estaba también Drillion.

Fairiel y Ainur se sonrieron el uno al otro y se dieron un breve beso de buenas noches.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora