Capítulo 29 - Benevolencia

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La extraña libélula estaba comenzando a descender cuando de pronto algo la sorprendió y la obligó a hacer un movimiento brusco.
Fairiel vio que les estaban lanzando flechas de fuego desde las torres y atalayas de la ciudad.

Lym intentaba esquivarlas pero eran demasiadas y finalmente hicieron blanco en sus finas alas, las cuales empezaron a arder. El bicho soltó un agudo grito y empezaron a caer, dando vueltas completas y sin control, hacia el suelo.

Varinäel abrazó con fuerza a su hermana y se prepararon para el golpe, agarrándose a lo que pudieron.

Vieron el suelo acercarse a gran velocidad hasta notar el gran impacto.
Salieron disparados hacia un lado cayendo sobre unos espesos arbustos.

Fairiel estaba aturdida, pero unos segundos después levantó su torso y observó lo que había pasado.
Su hermano estaba al lado de ella, a pocos centímetros.

—¿Varinäel, estás bien?

El chico estaba tumbado hacia el otro lado y se dio la vuelta, abriendo lentamente los ojos. Parecía que estaba también aturdido y desvaído. Finalmente habló.

—Creo que sí aunque me duele el hombro —dijo incorporándose.

—A ver.

Fairel se acercó a él, le tocó el brazo derecho y se lo movió muy lentamente.

—¡AHHHHH! —se quejó él.

—Creo que está roto —dijo Fairiel poniendo mala cara. —Sé que te va a doler mucho pero tengo que ponerte el hueso en su sitio.

Su hermano tragó saliva y asintió.

La elfa se rasgó una parte de la capa y se la puso en la boca a Varinäel.

—Apriétalo fuertemente con los dientes —le ordenó ella.

Fairiel respiró hondo, cogió su hombro y con un movimiento seco y rápido movió los huesos de su hermano.
El trapo amortiguó los gritos del chico, quien después se dejó caer, apoyando de nuevo su espalda en el suelo.

Fairiel observó a su alrededor y vio a la extraña libélula tirada sobre la hierba. Parecía herida.
Podía observar la brillante sangre morada resbalando por su cuerpo, y las alas, aunque el fuego se había extinguido, estaban negras como el alquitrán. El bicho no se movía.

Después Fairiel chequeó su propio cuerpo y comprobó que no tenía nada roto, solo algunas rozaduras con sangre causados por el roce de los arbustos.

Su hermano se incorporó poco después y ella vio que él también tenía algunos rasguños y sangre por los brazos y la cara, pero a parte del hombro, nada serio.
Fairiel cogió el trapo de la boca de su hermano y lo estiró, después se lo colocó a su hermano en el hombro sujetando su brazo en forma de L.
Aunque se lo hubiera colocado en el sitio tendría el hombro dolorido y tendría que tenerlo inmovilizado varias semanas. A menos de que se encontraran con Lossie pronto y le curara con su magia.

Los dos estaban mirando a la libélula cuando empezó a desaparecer ante sus ojos.

—¿Ha muerto? —preguntó Varinäel.

—Ni idea, a lo mejor se está transportando al mundo de las hadas para que la curen —conjeturó Fairiel.

—Puede ser... —respondió su hermano.

—Tenemos que movernos —dijo Fairiel con el rostro serio.

Anduvieron por los bosques, estaban cerca de las murallas. Fairiel se conocía la zona como la palma de su mano y no tardó en encontrar la estrecha brecha que pocos conocían y que ya había usado alguna vez para escabullirse.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora