Capítulo 22 - Enemigo

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—No deberíamos entrar —dijo Syamara. —Esto me da mala espina.

—¿Y si alguien se ha llevado a nuestros amigos, a la señora y a su hija? Tenemos que ir a salvarles —dijo Nacilë.

—Pero le prometimos a Ainur no salir de la casa... —dijo Fairiel. —Mejor sería esperar a que ellos vuelvan.

—Verdaderamente no vamos a "salir" de la casa —apuntilló Uril.

—Podrían tardar y después ser demasiado tarde para los otros... —dijo Nacilë.

—Está bien, vayamos, pero primero vamos a dejarles una nota abajo para que cuando vuelvan sepan de la trampilla por la que vamos a ir.

—De acuerdo.

—No entréis ¿Eh? Esperadme que no tardo nada —dijo Fairiel bajando ya los escalones de dos en dos.

Rebuscó por los armarios de la cocina y el salón y encontró una pluma y tinta, escribió la nota:

<<Ainur, hemos descubierto que el piso de arriba está vacío pero hemos encontrado una extraña trampilla que lleva a alguna parte, vamos a adentrarnos para buscar allí a nuestros amigos y a la señora Cir y su hija, que tampoco están en la casa. Sentimos no esperaros, pero el tiempo podría ser crucial para rescatarles si están allí adentro, porque alguien los pudo haber raptado.

Llevad cuidado y seguidnos en cuanto veáis la nota, ya que podríamos necesitar refuerzos.

Hasta pronto. >>

Fairiel se quedó con las ganas de ponerle un "te amo" al final de la nota, pero imaginaba que la leería en voz alta, así que se contuvo, ya se lo diría cuando se vieran. Dejó la nota en el centro de la mesa del salón y subió las escaleras rápidamente.

—Ya estoy, ¡Vamos! —dijo Fairiel ansiosa y decidida.

—Bajo yo primero —dijo Nacilë.

—Espera, está oscuro, necesitaremos una lámpara —dijo Syamara.

—Vaya, podríais haberlo dicho cuando estaba abajo para no hacer otro viaje... —se quejó Fairiel. Pero volvió a bajar a buscar la lámpara de aceite que recordaba que había en el salón, pero no estaba. Así que cogió una antorcha de la pared y la encendió con las ascuas que quedaban de la chimenea.

Volvió a subir las escaleras corriendo y cuando llegó arriba jadeaba del esfuerzo.
Nacilë le cogió la antorcha y la lanzó hacia abajo. Esta cayó al suelo a pocos metros, no era una altura demasiado alta, el suelo estaba un poco por debajo del piso inferior.

Nacilë descendió por la improvisada escalera de cuerda que había pegada al cuadrado y oscuro hueco.

Cuando tocó el suelo con sus pies cogió la antorcha y examinó el lugar mientras sus amigos iban bajando de uno en uno.

Se trataba de unas cuevas subterráneas. El suelo era de tierra dura y piedra, y las paredes estaban compuestas por grises rocas irregulares. Estaba muy oscuro y el aire se notaba cargado y húmedo.

Una vez que todos estuvieron abajo, anduvieron por el estrecho pasillo que formaba la cueva, por el cual solo cabían dos personas en paralelo.

—¡Mirad eso! —dijo Nacilë apuntando al suelo con la antorcha. Todos observaron el charco rojo que había esparcido por el suelo. Parecía sangre, y no parecía estar seca, pues brillaba.

—Esto no es bueno —opinó Syamara.

—Alguien está herido, eso sin duda —dijo Uril.

Caminaron unos cuantos pasos más, Fairiel iba delante con Nacilë, con sus espadas preparadas y Uril y Syamara en la retaguardia, también alerta.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora