Capítulo 23 - Enfrentamiento

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Fairiel no podía creerlo, la bruja había matado y cocinado a la pobre chica.
Miró a Uril, quien estaba con los ojos llorosos y todavía en shock por lo de su amiga. Después su mirada se llenó de impotencia, rabia y odio mirando hacia Cir. Preparó sus espadas y corrió hacia ella, quería cortarla en mil pedazos y quemarla hasta que solo quedaran sus cenizas.

Mientras acortaba la distancia que había entre ellas escuchó unos ruidos, que la obligaron a detenerse a mitad del recorrido y a girarse a ver qué pasaba.

—No des ni un paso más —dijo una mujer rubia que estaba posicionada detrás de Uril con una daga en su cuello. También observó a otra mujer pelirroja que estaba amenazando de la misma manera a Syamara y Nacilë era sujetada por dos extraños seres que parecían demonios.

Fairiel no sabía qué hacer, si intentaba algo alguno de ellos moriría.

—Suelta tus armas lentamente —le ordenó Cir.

Sabía que sería una sentencia de muerte para todos, pero no había ninguna opción para salir indemne de esta. Lo único que podía hacer era rendirse y ganar tiempo, por si aparecía alguna opción de darle la vuelta a la situación.

Así que tiró sus espadas al suelo lentamente, después hizo lo mismo con su arco y la daga que llevaba escondida en su bota derecha.
Levantó las manos a modo de rendición y las brujas que estaban detrás, que mientras habían atado las manos de sus amigos, se acercaron y le ataron las manos a la espalda con cuerdas a ella también.

Fairiel miró a Cir y tanto su perversa mirada como su sonrisa triunfadora se quedaron clavadas en su mente justo antes de que les arrastraran las otras dos brujas a ella y a sus amigos hacia algún sitio.

Bajaron al piso inferior y los encerraron en unas pequeñas jaulas de hierro como si fueran animales, sin soltarles las cuerdas de las manos. Después se fueron.

Estaba bastante oscuro pero Syamara se dio cuenta de que al lado de ella había una jaula con una persona encogida dentro.

—¿Ninwo? —preguntó ella.

La figura, que estaba en posición fetal de espaldas a ella, se giró lentamente y por poco se le cae el alma a los pies al ver a su hermano tan mal, lleno de cortes, golpes, heridas y con colores morados, magentas y verdosos decorando todo su rostro. Tenía un ojo y la ceja hinchados, al igual que la mejilla y los labios. Parecía un monstruo, pero aun así lo reconoció.

—¡Malditas brujas! —chilló ella.

El chico la miraba como si fuera un animal en el matadero, con los ojos llorosos y mostrando su alma y su miedo en ellos.

—¿Dónde está... Ril•lien? —consiguió pronunciar.

Su hermana, y los demás, que estaban en sus jaulas también cerca, miraron al suelo con enorme tristeza.

—¿Está... Muerta? —preguntó él.

Su hermana asintió, sin querer darle más detalles. Si le contaba que la habían cocinado el chico se derrumbaría aún más. A Ninwo igualmente se le escapó una lágrima y puso cara de dolor, porque le ardió el pómulo como un demonio al meterse la pequeña gota en las heridas que allí tenía.

Escucharon de pronto a un perro ladrar y se dieron cuenta de que la supuesta hija de Cir y el perro también estaban allí en jaulas. Pero la chica era muda y no podía decirles nada.
Seguramente el que fuera su hija había sido mentira, porque ninguna madre encerraría así a una hija.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora