Capítulo 37- Muerte

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—¿Estás mejor? —le dijo Sisath a su amigo, que acababa de volver en sí.

—Sí, he debido de usar mucha magia —dijo él.

—Sí, usaste mucha. Fue increíble —dijo ella sonriendo.

—¿Dónde estamos? —preguntó Varinäel mirando a su alrededor.

—Seguimos en la montaña, por suerte encontré esta pequeña grieta que está tapada por arbustos, de momento nadie se ha percatado de ella —explicó ella.

—Tenemos que seguir —dijo él de inmediato.

—Estás exhausto, tienes que descansar.

—Me pareció ver a mi hermana allí abajo...

—No digas tonterías, lo habrás soñado.

—De cualquier forma, sé que está allí, en primera línea, y quiero ayudarla en lo que pueda. No me importa si morimos los dos juntos pero no soportaría quedarme sin ella.

—Ibas a vivir sin ella en el santuario... —apuntilló ella.

—Pero era diferente, ¡además ella vino a buscarme! —dijo él.

La híbrida se quedó mirándolo por unos segundos con su dulce rostro ahora serio.

—Está bien, vamos —dijo ella después de pensarlo.

La batalla había avanzado. Por allí casi no quedaba gente, bueno, gente viva al menos. Cadáveres sí que había a montones, ese era el resultado de cualquier guerra, en realidad ningún bando ganaba, ambos bandos perdían.

Fueron avanzando hacia Toraz y bajaron por los salientes de la montaña hasta que estuvieron a poca distancia del suelo y se deslizaron hacia él. Pasaron por detrás de los oscuros sin ser vistos, pues estaban enfrascados en sus luchas contra soldados de la alianza. Se colaron entre las personas y las esquivaron avanzando hacia el frente hasta que por fin vieron a Vanikkan a lo lejos.

Se quedaron parados a cierta distancia y pudieron ver como Idheldor hería a Vanikkan con su espada y cómo Vanikkan quemaba a Idheldor con su fuego.

Fairiel ayudó a extinguir con su capa el fuego que rodeaba a su padre.

Vanikkan sangraba por su hombro pero levantó su espadón e hizo un ataque mezclado de fuerza mágica y física que hizo que una fuerte y rápida llamarada de fuego se deslizara por el suelo y fuera directamente hacia Fairiel.

Varinäel estaba demasiado lejos todavía y no le quedaba magia para hacer nada.

Entonces Fairiel cerró sus ojos y puso sus manos protegiéndose la cara y esperó el calor de las llamas, pero no llegaron.
Cuando abrió sus ojos vio una figura en llamas, era su padre, quien emitió grotescos sonidos cuando su piel fue calcinándose por el fuego, que al poco se consumió, pero estaba todo ennegrecido y en algunas zonas no le quedaba piel, solo se veía hueso y carne negra, arrugada y ensangrentada.
El pelo de todo el cuerpo también se le chamuscó.
Su padre estaba muriéndose pero la armadura le protegió el cuello y el pecho y pudo llegar a hablar.

—Lo siento Fairiel... debí... haber sido mejor pa-dre. Cuando tu madre murió pensé... que solo me quedaba el poder... pero... me quedabais vosotros... siento haberlo visto tan... tarde. Perdonadme...

—Te perdono, papá —dijo Fairiel sollozando. No sabía bien si debía perdonarle pero parecía que su padre necesitaba el perdón antes de irse y no podría dárselo nunca más, y después de haberle salvado la vida, se lo merecía. No podía cambiar el pasado pero había cambiado el presente y eso no lo convertía ni en bueno ni en malo, simplemente su padre había sido un extraño ser que tomó malas decisiones y se le veía arrepentido.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora