Capítulo 16 - Fuego provocado

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Uril sacó sus dagas y Sisath preparó su bastón, que le ayudaba a concentrar su magia a través de la piedra que este portaba engarzada en el extremo del palo.

—Ninwo, ¿Cómo has podido?

—¿Eh? —pronunció el chico, sobresaltándose al escuchar sonido proveniente de detrás de él.

—¿Por qué has ayudado a esta elfa oscura a matar a ammë? ¡Ella te acogió!

—¡Sisath! !Uril! ¡No es lo que creéis!

—Explícanos, te escucharemos por la amistad que teníamos, pero ni se te ocurra tener el valor de mentirnos —dijo ella muy seria y señalándole con un dedo, de forma amenazante.

—Ella es mi hermana —confesó él.

Los otros dos elfos se quedaron sorprendidos y esperaron a que continuara.

—Nosotros no hemos matado a nadie —declaró Ninwo.

—¡Ella tiene magia oscura! ¡Puedo notarlo! —Exclamó Sisath.

—Sí, ¡pero mirad cómo está! —dijo él un poco enfadado.

Los chicos observaron a la oscura, que estaba tumbada en el suelo con la cabeza en el regazo de Ninwo. Se podían ver las perlas de sudor resbalando por su frente, ojeras moradas casi negras rodeaban los anaranjados ojos de la chica, su plateado cabello con mechones rojos estaba empapado de sudor también, y tenía cara de estar sufriendo algún tipo de dolor agudo.

—¿Qué le ocurre? —se adelantó Uril en preguntar.

—Está enferma, alguien de su ciudad la ha envenenado, algún oscuro... Mirad, ella ha venido aquí como último recurso, si no la ayudaba iba a morir. La otra tarde subí antes de la playa para venir aquí, a traerle hierbas medicinales.

—¿Y por qué no nos dijiste nada? Después de todo este tiempo ¿Desconfías de nosotros? —le reprochó Sisath con el ceño fruncido.

—Al contrario, si no os quise decir nada fue por eso mismo, sabía que me habríais apoyado y ayudado, pero va contra las normas del santuario que veamos a cualquier oscuro o elfo de luz, ni aunque sean familia, y si me hubieran descubierto me habrían juzgado, y no podía permitir que os metierais en problemas por mi culpa, era mi problema y no quería que os salpicara.

—Por supuesto que te hubiéramos apoyado, sin importar las consecuencias, Ninwo —dijo Uril.

—Entiendo, eres muy noble, pero a la próxima cuenta con nosotros. También somos tu familia —le dijo la chica sonriéndole aunque reteniendo una lágrima.

—Ahora que te hemos descubierto, ¿necesitas algo?

—Sí, estaría bien que nos trajerais hirwanda, jaliena y herblisa, esas tres plantas ralentizan los efectos del veneno. Aunque después necesitaré a Lossie y a Varinäel, a ver si con su magia de sanación pueden curarle.

—Varinäel sigue en los calabozos... —dijo Uril con tristeza.

—Y estamos como al principio, seguimos sin saber quién asesinó a Ireth —añadió Sisath también atribulada.


 Al día siguiente

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Al día siguiente...

Sisath caminó hasta la cabaña de Ninwo, tocó a la puerta, esperó un rato y no obtuvo ninguna respuesta.

Había conseguido las plantas que su amigo le pidió el día anterior y quería llevárselas. Al ver que no contestaba pensó que quizá habría ido ya a reunirse con su hermana, así que caminó hacia la cabaña de Uril ahora, para pedirle que la acompañara fuera de la ciudad, no se arriesgaba a ir sola de nuevo, por si el asesino estaba por ahí y la atrapaba sola.

Cuando llegó a la cabaña de Uril, que estaba del otro lado, cerca del templo, golpeó con sus nudillos la puerta de su amigo, pero tampoco tuvo suerte aquí, Uril tampoco estaba en casa.

Decepcionada, decidió ir sola, era irónico pero ella actuaba como Ninwo ahora, y no quería inmiscuir al resto de sus amigos.

Cuando caminaba hacia el camino terroso, le pareció ver a lo lejos a Uril. Le gritó pero el chico no la escuchó y siguió caminando. Sisath se apresuró para darle alcance, pero cuando giró por una cabaña por la que había visto a Uril voltear, lo perdió de vista.

<<¿Pero dónde demonios se ha metido?>> —pensaba la elfa girando sobre sí misma, con las manos apoyadas en sus caderas.

De pronto se le ocurrió mirar por la pequeña ventana de la cabaña que tenía a su derecha, y vio a Uril hablando con un elfo híbrido, que ella sabía que vivía ahí pero que no podía recordar su nombre, pues no conocía expresamente a todos y cada uno de la ciudad.

Sisath no sabía si llamar a la puerta o no, así que mientras se lo pensaba siguió observando, y lo que vio la dejó muy descolocada.
Al final determinó que lo mejor sería esperarle fuera.

Las crónicas de Fairiel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora