Cap 2: Perdida en ninguna parte

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Abrió los ojos repentinamente, incorporándose de golpe con una terrible sensación de ahogo y tosiendo violentamente varias veces. Notaba la garganta seca, como si no hubiese bebido una gota de agua desde hacía semanas, trató de levantarse pero no era capaz de mantener el equilibrio y volvió a quedar sobre el suelo. Su visión se había emborronado, tenía dificultad para respirar y no podía reconocer el lugar en el que se encontraba, solo podía ver figuras desenfocadas.

El suelo estaba lleno de hojas que se le pegaban a las manos, tragó saliva duramente, intentó ponerse en pie por segunda vez, consiguió agarrarse a lo que parecía ser el tronco de un árbol soltando un pequeño quejido y apoyó su espalda en él.

Se tomó un momento para observar su antebrazo, del cual provenía el dolor. La camiseta que llevaba puesta estaba hecha jirones y manchada de sangre seca, tiró de ella con cuidado sin apartar la vista un segundo y respiró hondo comenzando a remangarse.

La marca de unos afilados dientes se encontraba profundamente clavada en su piel, la sangre había adquirido un color inusualmente oscuro y resbalaba en pequeños hilillos por su brazo hasta su muñeca y la palma de su mano.

Suspiró de forma entrecortada volviendo a taparse.

Fuera lo que fuera ese mordisco no era como los otros, no estaba bien y tampoco tenía la sensación de que se estuviese curando.

Escuchó voces acercándose no muy lejos de su posición, todavía no podía ver con claridad así que decidió esperar sin hacer ruido hasta que se esfumasen pero, en lugar de eso, la luz blanca de una linterna se dirigió hacia ella, iluminándola y cegándola por varios segundos.

De repente esas voces se habían vuelto mudas, podía distinguir la silueta difuminada de dos figuras entre los arbustos, inmóviles delante de ella sosteniendo algún tipo de objeto que no lograba reconocer.

-¿Quiénes sois?-preguntó con voz ronca tapándose con el brazo sano, tratando de acostumbrarse a la luz que despedía la linterna-.

No hubo respuesta por su parte.

-¿¡DÓNDE ESTOY!?-replicó caminando hacia ellos torpemente- ¿QUÉ ES ESTE...?

Algo salió despedido hacia ella a gran velocidad, instintivamente se echó al suelo. Una pequeña explosión estalló en el tronco del árbol haciendo que un estridente sonido resonase en sus oídos fuertemente y su visión volviera a enfocarse de golpe.

-¡Dispara otra vez, vamos, que no se levante!-gritó el cazador al tiempo que Amber trataba de incorporarse y salía corriendo-¡No la pierdas!

Comenzó a correr tan rápido como le permitieron sus piernas, intentando perder de vista la luz de esa linterna, esquivando los disparos de los cazadores entre los árboles y adentrándose en la maleza.

-¡Dispara a la pierna! ¡Ahora!-gritó de nuevo el mismo hombre persiguiéndola seguido del otro-¡Qué no se escape!

Una flecha se clavó en su muslo justo cuando se dirigía a una zona de desnivel, con un grito ahogado Amber cayó rodando violentamente pendiente abajo, quedando tendida en el suelo y golpeándose en un lado de la cabeza.

En ese mismo instante, todos los recuerdos se agolparon en su mente, todo lo que había sucedido hasta ese momento, todo el camino recorrido. Las imágenes transcurrían de forma caótica, desordenada, sin sentido, como una combinación aleatoria de antiguas etapas de su vida que se mezclaban unas con otras, confundiéndola incluso más de lo que ya estaba...

Recordaba pequeños fragmentos de la última noche pasando con rapidez dentro de su cabeza: la emboscada, la pelea, los disparos, a Peter enfrentándose con Scott, la muerte de Denise, a Luke apuntando a... Derek, a ella corriendo hacia él y la imagen de sus manos antes de caer.

Volvió a la realidad.

Se levantó como pudo y siguió corriendo hasta dejar de sentir los pasos de sus perseguidores detrás de ella. Podía escuchar a su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho, sintiendo como si fuese a salírsele por la boca en cualquier momento pero no podía detenerse aunque estuviese rabiando de dolor, debía de seguir porque sabía que no iban a parar hasta encontrarla, debía ocultarse, esfumarse, en una simple palabra: desaparecer.

Intentó sacar la flecha alojada en su pierna pero le dolía demasiado como para no llamar la atención y eso era lo último que quería. En lugar de eso, rompió uno de los laterales emitiendo un pequeño gruñido y continuó su marcha.

Encontró algo parecido a una pequeña buhardilla bajo tierra, cerca de un gran tronco de roble talado, le resultaba extraño que hubiera algo así en medio de la nada pero en la situación en la que se encontraba y con todo lo que había visto y pasado, ni siquiera se detuvo para observarlo.

Abrió la puerta rápidamente y bajó las escaleras apoyándose en la pared. Cuando estuvo abajo se dejó caer en el suelo, en un rincón alejado de la puerta soltando un gemido de dolor.

Poco después, los cazadores que la perseguían aparecieron allí, caminando a su alrededor, deteniéndose justo delante de la puerta.

Tapó su cara con una de sus manos intentando contener la respiración y permaneció inmóvil escuchando la conversación.

-El rastro de sangre se acaba aquí -dijo uno de ellos- intenta ocultar sus huellas ¿estás seguro de que no es como McCall y Hale? Puede que se esté curando y por esa razón el rastro ha desaparecido.

-No, Darrel dejó muy claro la última vez que era otro tipo de criatura sobrenatural, mucho más inofensivo pero también difícil de matar. Debería estar muerta hace cinco días y ya la has visto-replicó el otro-Más nos vale encontrarla antes de que amanezca si no queremos que Darrel nos corte el cuello. Ve al norte, yo me quedaré por esta zona. No puede haber ido muy lejos, está desorientada y herida, tiene que estar cerca.

-¿Crees que deberíamos avisar a Darrel para que prepare una partida de caza?

-No será necesario, si un novato como Miller consiguió quitarla de en medio, cualquiera de nosotros puede hacerlo pero, no la subestimes y mantente en guardia en todo momento. Nunca se sabe de lo que es capaz

Los pasos comenzaron a desaparecer en la lejanía, el silencio volvió a reinar en aquel lugar y ella pudo respirar por fin tranquila.

Aquel cazador tenía razón, estaba perdiendo demasiada sangre, sin pensarlo arrancó un trozo de su camiseta y se lo puso en la boca a modo de mordaza.

Necesitaba sacar esa cosa de su pierna antes de desangrarse.

Tomó el extremo de la flecha que sobresalía en su muslo y tiró hacia arriba con todas sus fuerzas al tiempo que presionaba entre sus dientes el trozo de tela intentando contener el dolor sin hacer demasiado ruido.

Luego se dispuso a taparlo pero, algo la detuvo. La herida estaba empezando a cerrarse incluso más rápido de lo normal hasta casi llegar a desaparecer y lo mismo estaba sucediendo en su antebrazo, observó ambos lugares varias veces y probó a levantarse.

Caminaba con una leve cojera y seguía doliéndole al moverse pero al menos podía desplazarse más rápido que antes, colocó las manos en la pared y se deslizó por ella hasta acabar sentada apoyando la cabeza sobre ella mirando al techo. Sentía las manos húmedas y pegajosas, volteó sus palmas hacia ella y las miró atentamente, estaban cubiertas de sangre.

Cerró los ojos dejando caer sus brazos sobre sus piernas. Nada tenía sentido.

¿Cómo seguía viva? ¿Quién la había traído hasta allí y por qué? ¿Qué había pasado durante estos últimos cinco días? ¿Por qué los cazadores no habían podido ver que ella estaba en ese lugar cuando hablaban? Y lo más preocupante de todo, ¿de quién era la sangre que tenía entre sus manos?

Su cabeza se había llenado de preguntas que era incapaz de responder. Lo único que sabía y que tenía claro era que solo había un responsable y que cuando hubiera recuperado sus fuerzas y tuviera la más mínima oportunidad de salir de allí iría a por él.


Cuestión de instinto (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora