Capítulo 16.

832 67 14
                                    

¿Debía volver o sólo irme?

Obvio que no iba a volver, no quería ir con cara de cachorro. Ay Dios…

¡MALDICIÓN!

—¡Lo has hecho genial Megan! —Me dije a mi misma. Estaba caminando hacia mi casa sola, no pasará nada.

(…)

—¿Y Damon? —Preguntó mi mamá. Yo me dirigía a mi cuarto.
—Me trajo y fué. —Mentí.
—Oh, bueno. —Sonrió, me saludó y se fue.

Me fui a dormir, estaba cansada y tenia que procesar mucho. Bueno, algo de lo que habia pasado.

(…)

Mi mamá gritandome que bajara y el teléfono sonaba.

¿Porqué no atendía?

—¡AHÍ VOY! —Grité con todas mis fuerzas.
Bajé apurada, ahí estaba mi mamá alado del telefono.
—Atiende. —Dijo enojada, se fué a la cocina. ¿Que le pasaba?

Atendí.

—¿Si?
¡Megan! ¿Te llamé como cinco veces porqué no atendiste? —Dijo una preocupada Sophie.
—Emh… Quizás porque es domingo y estaba durmiendo. —Dije irónica. Reí.
—Uf… Bien… Queria decirte, si no quieres venir con nosotros a la plaza. —Dijo. Yo le confirmé y nos ibamos a ver en la plaza.

¿Le iba a contar lo que habia pasado con Damon?

—Mamá… —Fuí a la cocina.
—Estaba cocinando y me interrumpen. —Dijo irritada.
—Perdón. —La miré, le di un tierno beso en la mejilla.— ¿Puedo ir al parque con los chicos? —Le puse una cara “tierna”.
—Mmmh… Claro. —Sonrió.

Entonces no estaba de mal humor.

(…)

Cuando llegaron, yo ya estaba lista.

—¡Adios mamá! —Exclamé, mientras me iba.
—¡Adiós señora! —Gritaron los chicos. Ellos ya conocian su nombre, pero, siempre le decian señora. De lejos se escuchó, como mi madre nos despedía.
—¿Vamos a buscar a Damon? —Sugirió Joe. Y mi corazón comenzó a latir, rápido.
—Si, vamos. —Y doblamos por la calle que era para ir a su casa.

Yo no decia una palabra. Estaba nerviosa, ¿como lo miraría a los ojos, despues de lo de anoche?

Tocaron a la puerta y una niña, que de seguro era su hermana nos abrió. Ella era igual a Damon, solo que con rasgos mas feminimos. Era muy linda.

—Hola hermosa, ¿está Damon? —Preguntó Soph, poniendo una voz tierna para la niña. Ella sonrió y asentió. Cerró la puerta y esperamos unos minutos.

Oh Dios, mi corazón iba a estallar, pero fingía que no, con Joe nos sentamos en el cordón de la calle. No sé porqué le gustaba a Damon, me comportaba más con un niño, que una niña fresita.

—Levantense. —Nos dijo Soph. Joe se paró, pero yo sinceramente, no tenia ganas.
—¡Hey! —Saludó a Joe y a Sophie.— ¡Megan! —Dijo él, yo fingí estar distraíada.
—Hola… —Dije timida. Me estaba parando.
—¿Vamos? —Dijo Sophie.
Todos asentimos y la seguimos. Nos tomamos un autobus. Damon se sentó alado mio y, como iba lleno, perdimos de vista a Sophie y Joe, quien estaban adelante de todo, nosotros, en los asientos de atrás, del lado izquierdo.

Yo estaba del lado de la ventana.

—¿No vas a decir nada? —Me susurró.

Mis nervios aumentaron aún mas.

Lo miré.

—Lo siento. —Susurré— No debí irme así, al menos debí darte una explicación. —Bajé mi mirada, como decepcionada de mi misma. Él sonrió de lado.
—No sucede nada. —Sonrió. Nos miramos unos segundos y, con rápidez besó mi mejilla.

Tal vez quedé como si en realidad hubiese querido que pase algo, esa noche. Pero no importa, tal vez eso también le da a enteder que… Tal vez, me guste.

Nos miramos y al parecer, pensabamos lo mismo. Nos tomamos las manos, parecíamos unos espías, era mas emocionante, tal vez, así.

(…)

Habíamos llegado aquella plaza, claro que no estabamos tomados de la manos, ni nada. Nuestras miradas se cruzaban y, eso decia todo. Yo me volteaba a reir, Damon hacia caras graciosas y yo reía.

Ahhh… ¿Como no quererlo?

Fuímos a una parte del parque, donde eran todas personas refinadas, nos sentamos en un lugar de por ahí. Claro, todos nos miraban como bichos raros, pero que importa.

No estaban en un puto restaurante. Entoces el Damon burlón, apareció.

—Me pasan el azúcar. —Dijo en un tono de voz, como si fuera de alta sociedad, volvia y exigía su acento a mas inglés de lo que era. Comencé a reír.
—Claro. —Fingí también. Los dos comenzamos a reir, Joe y Soph, quien estaban en su mundo, no entendían el porqué. Los de alrededor, nos veían más raro aún.

Que buen sentimiento, ser raro.

(…)

—La pasamos bien. —Dijo Damon, con sus manos en los bolsillos y su peculiar forma de caminar. Estábamos llegando a mi casa, Joe y Sophie, ya habian ido por su camino.
—La verdad que si. —Sonreí.
—Oye… Sobre… Lo que me dijiste en el autobús ¿era cierto? —Dijo. Lo miré.
—Claro. —Afirmé con asombro, habia pensado que me había creido.— ¿Por qué lo preguntas? —Levanté una ceja.
—No… Solo queria asegurarme de que estás loca por mi. —Dijo, y justo cuando terminó de decir eso, estabamos en la puerta de mi casa. Lo miré, mientras una sonrisa se iba formando en mi rostro. Vaya ego.
—JA. —Reí alto.— Lo siento Albarn, no eres mi tipo. —Dije, los dos pasamos a mi casa, ya que lo habia invitado antes a venir, mamá no estaba.
—¡Si, claro! —Dijo sarcástico.— Me amas, estás loca por mi. Y no lo puedes negar. —Sonrió victorioso, mientras me volteaba a verlo, estábamos subiendo las escaleras, hacia mi habitación.
—Claro, Albarn, claro. —Dije irónica.
—¡Ya deja de decirme Albarn! —Se quejó. Yo comencé a reír.
—Bueno… Albarn. —Él me fulminó con la mirada.
—Entonces tu eres la señora Albarn. —Sonrió satisfecho. Genial, ahora estábamos casados.
—¿QUÉ? —Hice una cara de espanto.— Nunca accedí a casarme, lo siento. Pero aún no nos casamos. —Le sonreí burlona. Entonces se paró en la puerta de mi cuarto y se arrodilló.
—Megan Mitchell ¿quieres casarte conmigo? Me harias el hombre mas feliz del planeta, creo que incluso del universo. —Sonrió y sacó de su remera el “anillo”. Yo no podia parar de largar carcajadas. Él me miraba y se las aguantaba, para no estallar, también, en risas. Se me quedo mirando con ojos de cachorro.
—Oh… Damon. —Fingí tener la voz de una mujer de los cincuenta, donde decian todo el tiempo: “¡Oh…!” Y el nombre del tipo.— Claro que acepto. —Comencé a reírme, él puso el anillo imaginario, se paró y me abrazó. Me hizo girar en el aire.

Él me bajó y se quedó con sus manos en mi cintura unos segundos. Nos estabamos mirando tan profundamente, que ya no me importa ser vergonzosa.

—Ahora oficialmente, eres la SEÑORA ALBARN. —Remarcando esas últimas dos palabras, había roto el silencio, informalmente. Yo reí.
—Bueno, pero… Tienes que obdecer todo lo que diga. —Dije, apuntandolo con mi dedo índice. Claro, que bromeando.
—¿No es suficiente con trabajar? —Bromeó.
—No. —Bromeé. Me senté alado suyo. Él ya estaba sentado en mi cama, yo prendí la televisión. No era para ver, si no, para que la habitacion, no quede tan silenciosa.
—¿Entonces te gusto, también? —Preguntó cauteloso, con mirada tierna.
Asentí tímidamente, ¿como sabia que era la respuesta correcta?

Él se acercó y depositó un suave beso en aquellos, antes, vírgenes labios.

Extrañamente yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora