Capítulo 53.

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El silencio fue interrumpido por su voz.

–¿Me odias? –vi como de reojo él seguía mirando al frente. Supongo que él estaba enojado ahora.

–No. –respondí cortante.

–¿Segura? –esta vez si pude ver como si volteaba a verme.

–Si. –volví a responder, sin ningún animo de seguir hablando, siquiera una conversación.

Para mi suerte el ascensor se tardaba miles de años en llegar a destino, creo que es la única queja que voy a presentar en el hotel. Aunque ellos no tenían la culpa de que yo esté alado de un imbécil.

–¿Quieres que te odie? –mi boca se movió sin consentimiento mio, ya lo estaba lamentando.

–Creo que prefiero eso, a que seas indiferente conmigo. –siguió mirándome. Yo en ningún momento lo miré.

Y gracias a su gran boca había descubierto algo de él, gracias Damon. Acabas de darme a conocer tu punto débil.

Automáticamente mis labios formaron una pequeña sonrisa, no visible para sus azules ojos.

Por fin el ascensor había llegado a destino, caminé ignorándolo. Él me seguía.

¿En serio creía que íbamos a estar en la misma habitación?

–¿Crees que puedas odiarme menos y dejarme entrar? –habló, mientras iba camino a mi habitación. Paré de caminar, me giré como en esas películas de horror y, lo miré, él también había parado de caminar. Caminé lentamente hacia él.

–Deja de decir que te odio. –dije suave, como si se tratara de una amenaza.– Y no. –seguí caminando, por suerte ya estaba a unos pocos pasos de mi destino. Puse la llave en la cerradura y, entré. Cerrándole la puerta en la cara. Cuando caminó confiado, creyendo en que lo iba a dejar pasar y, obviamente dejándolo afuera.





(...)



Las horas pasaron, él golpeaba la puerta cada cinco minutos llamandome por mi nombre. Cada vez que lo oía subía el volumen del televisor.

¿Será a mi preciosa suerte que siempre me encuentro con él?

Siguió llamando a la puerta y, como ya se me había agotado la poca paciencia que tenía, me paré furiosa, fui hasta la puerta con pasos firmes y la abrí, con tanta ira que podría haber arrancado el picaporte, bueno, algo así.

–¡¿QUÉ?! –le grité. Él se encontraba a un lado de la puerta, sentado en el suelo. Tenía sus piernas cerca de su pecho y con la otra mano libre, abrazándolas. Tenía la cabeza hacia atrás, apoyada en la pared. Se había cansado de esperar.

Pero en cuanto abrí la puerta, él se puso de pie inmediatamente.

–Déjame entrar... tengo hambre... –dijo, queriendo sonar amable.

¿Que pensaba que no lo conocía?

–Pasa... –dije irritada y frustrada. Suspiré.

Creo que se había cansado de molestarme con su presencia.

–¡Gracias! –contestó felizmente, sonrió y, entró rápidamente a la habitación. Yo solo puse los ojos en blanco, para luego cerrar la puerta. Sabía que tener a Damon dentro de una habitación conmigo, traería consecuencias.





Las cosas ya se habían calmado, hacía como tres horas que estábamos en un mismo cuarto en silencio. Ninguno de los dos hablaba y, yo ni siquiera me iba a esforzar. Así que me limité a mirar el televisor.

Extrañamente yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora