Capítulo 42.

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La luz del sol no me dejaba ver completamente, me daba justo en los ojos. La verdad a esta hora de la mañana ni siquiera sabía bien donde me encontraba.

Sé que había caminado por horas y horas, hasta que amaneció. Estaba sentada en la borde la vereda, viendo a la gente pasar y verme como si me conocieran.
Y por un momento había olvidado que gozaba de fama internacional.
Pero a veces pasaba desapercibido por no llamar mucho la atención, pero con esto, tal vez si la estaba llamando.

Suspiré de frustración.

Casi ni me acordaba lo de anoche, ni como llegue a donde estoy ahora, que calles tomé, etc.

Solo me acuerdo de una cosa, es rubio y tiene ojos claros.
Creo que ya saben quien es.

Volví a suspirar frustrada con tan solo recordarlo. Me daba acidez de tan solo acordarme, recordar las palabras exactas que le había dicho me hacia quedar más psicótica de lo que por sí ya parecía.
Pero seguramente él ni se acordaba, debe estar durmiendo con la novia o imitando a los conejos, pero eso no importa ahora.

Lo que importa es como llegaba a mi casa, porque ni siquiera sabía en que parte estaba.

Nota mental... no volver a tomar nunca más.

Me paré algo cansada.- Mierda. -comencé a caminar lentamente.

Seguramente estaba horrible. Me crucé con un auto con las ventanillas en alto y pude ver mi reflejo, en realidad me encontraba como siempre, aunque con el delineado un poco corrido. Traté de arreglármelo como pude y peiné mi cabello con las manos.

Nada que no pueda arreglar, excepto el cerebro de Albarn. Pero eso era misión imposible, solo para mi.

¡Ya ni quiero hablar de él!

Es mejor que esté en busca de alguien más, no... no.
Nunca fue bueno sacar un clavo con otro... ni muchos peces en el mar, ni todos esas frases que ni siquiera levantan el autoestima del todo.

Algunos chicos pasaban por alado mio y se me quedaban mirando, maldición.

Caminé lo más rápido que pude ¿donde hay un maldito taxi?

Palpé mis bolsillos... alguna moneda debía tener.
La única que tenía.

Busqué algún teléfono público, saqué la moneda y llamé al único teléfono que me acordaba.

-Hola... ¿mamá? -carraspee mi garganta.
-¡Megan! -dijo feliz del otro lado- ¿que sucede?
-Necesito que me vengas a buscar... -no terminé de contarle porque me interrumpió, haciendo un montón de preguntas.
Como por qué mis custodias me habían dejado sola y blah blah blah.
La verdad yo también me lo pregunto, pero no era tan peligroso que esté sola afuera, no era extremadamente famosa. Al menos en este momento no lucía como una.

Esperé unos minutos, al final después de todas las preguntas que me había hecho le había dado la dirección de las calles donde me encontraba. Realmente lejos de donde vivía.

El taxi viajó desde mi casa hasta la dirección que le había dicho a mi madre y, volvimos de vuelta a casa. Esto iba a salir caro, y si que fue caro.

Pero lo importante es que ahora, me encontraba sana y salva.

(...)

El sol entraba por donde la ventana lo dejara entrar, y a veces me daba justo en la cara. Mierda.

¿No sabe que tengo resaca?

Cubrí mi cabeza con la brazada y continúe con los ojos cerrados, pero no pude dormir más. Me saqué rápidamente la frazada de encima y me acosté boca arriba, mirando al techo.

Extrañamente yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora