04. El Bufón Y El Rey

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Tres días habían corrido desde que el circo llegó a Rigins, Soledad no volvió a ver al joven príncipe quien le había ayudado a conseguir el permiso para su estadía en dicho reino.

Aysel, aun no despertaba. Al parecer la herida fue realmente grave, y el cuerpo de este aun se regeneraba por dentro, aunque por fuera pareciera estar completamente sano.

Narr, parecía estar en las nubes todo el tiempo, y realmente no era de gran ayuda. No ayudó a levantar la carpa, ni en ninguno de los preparativos para el show que realizarían en la noche, el cual seria el primero de muchos.

Mientras Narr ubicaba su vista en la nada, sentado en una rama de uno de los frondosos arboles que comenzaba en el bosque, su madre lo buscaba con impaciencia por todo el circo.

_¡Narr!-  con un grito, saco de sus pensamientos al chico. _baja de allí ahora mismo... Te he buscado por todos lados. ¿Que acaso no escuchabas mis gritos?- reclamo la mujer, al tiempo que el de cabellos azules se desvanecía en una explosión de humo azul y aparecía detrás de ella.

_Lo siento, mamá... No se que me pasa... Estoy... Algo preocupado por Aysel, eso es todo.- y en cierta forma, eso era cierto, pero no de la forma en que le hizo creer a su madre.

La mujer se giro, para encarar a su hijo, mientras este hablaba, y cuando el chico termino de hacerlo, lo estudio con la mirada, detallando desde sus pies hasta su cabeza.

Llevaba su indumentaria de bufón, azul rey y negro, alegremente llamativa a la vista del espectador, que le daba ese aspecto burlesco característico de si mismo, tres diamantes azules  pintados con brillantina debajo de su ojo derecho, y el delineado negro debajo de sus ojos, resaltando su pálido azul hielo, culminando el ataviado con el respectivo sombrero bobo de tres puntas con cascabeles, aquel que representa al bufón del circo.

_Te entiendo, pero ya te lo dije Aysel estará bien... La Luna nunca lo abandonaría.- respondió la mujer innegable, segura de sus palabras.

Y eso era cierto, yo nunca abandonaria a Aysel.

_Lo se mamá... Pero ya han pasado tres días, y el aun no despierta.- se exaspero el menor.

_Ni lo hará... La herida fue profunda, y su cuerpo aun esta débil, tienes que entender... Solo hay que dejarle descansar.

El chico suspiro derrotado, su madre tenia razón, Aysel ya estaba mejor, solo tenia que descansar y ya pronto volvería al escenario junto a él.

_Esta bien.. ¿Para que me buscabas?- pregunto en un intento de cambiar el tema.

_Oh, cierto... Necesito que vayas al pueblo, y compres algunas cosas para mi.- exclamo la mujer, ofreciendo una lista y algo de dinero a su hijo, sin dejar que este siquiera reaccionara.

_Pero mamá... Aun no estoy listo, y el show  comenzara en dos horas.- se quejo Narr, con un tono infantil.

_Nada de peros. Solo te falta colocarte los zapatos y si te apuras llegaras a tiempo, así que anda ve rápido y vuelve.- lo apuro Soledad mientras hacia un gesto con las manos, como si estuviese espantando a un animal.

Narr soltó un bufido, y desapareció tras el humo azul, esa era una técnica, que solo la familia Stinzoo dominaba, de la cual cada quien desaparecía tras el color que le representaba, y obviamente el color de Narr era el azul rey.

Pero para utilizar esta técnica debes saber exactamente a donde quieres ir, si no sabes en que lugar se encuentra o como llegar, la técnica simplemente no funciona, o peor te lleva a cualquier otro lugar quien sabe donde en los inhóspitos rincones del entero universo.

Narr apareció en la tienda donde su hermano reposaba en un continuo letargo, y la cual ellos como siempre compartían.

_Hola karen...- saludo el chico, a la flor carnívora que adornaba el lugar, flor que devolvió el saludo atrapando a un pequeño insecto que volaba cerca, con su lengua y engullo cual manjar, lentamente.

El Circo De LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora