09. El Príncipe Y El Sapo.

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Min recorría las hileras de arboles de aquel bosque, en busca del pequeño zorro, lo había visto tan solo unos segundo antes, y ahora lo encontraba perdido. Y no solo al zorro, si no él mismo se encontraba perdido.

¿Como pudo ser tan idiota de no prestar atención al camino? Pensaba recriminándose.

Horas ya habían transcurrido desde que dejase su lugar en el castillo, el escarlata del cielo se encendía con mas intensidad a cada minuto mientras la noche alcanzaba su cumbre, el frío comenzaba a azotar fuerte contra el cuerpo del muchacho.

Cansado de tanto de caminar, el príncipe se sentó a descansar debajo de unos de los grandes arboles del bosque, cerro los ojos, y escucho el sonido de la naturaleza viva que lo rodeaba.

Los minutos pasaban, mientras el príncipe caía en un profundo letargo, esperando. Esperando a su salvación o a su muerte, pero esperando al fin. Así como lo había hecho durante toda su vida.

El sonido de los animales, de las hojas de los arboles revoloteando a causa del viento, el crujir de las ramas, el suspiro olvidado de un alma, todo eso sirvió de canción de cuna para el agotado príncipe. Adormilado y con frío, observaba las estrellas, me observaba a mi, triste y suplicante, pidiendo una silenciosa explicación, de un problema no dicho, la cual no puedo dar.

Aquella mirada miel, que brillaba a contra luz, mostraba desesperación, decepción y quizás algo de locura. Pobre chico, tanto a sufrido, que ya su corazón no late. Susurro el viento, sintiendo lastima de aquella alma. Una lagrima cristalina recorría la mejilla de aquel muchacho, mientras este esbozaba una lúgubre sonrisa, llena de odio y rencor, llena de amor y resignación.

_¿Por qué?- pregunto a la nada, mientras el sueño lo vencía por completo.

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Allí estaba él, observando una cálida escena de un típico día de primavera. Las flores eran hermosas, y la aves cantaban a todo pulmón llenando el ambiente de alegría.

Se encontraba cerca de un estante, frente a él, un niño jugaba sin notarlo. Aquella imagen transmitía paz, felicidad e inocencia.

De pronto, el cielo rosa se volvió de un tono grisáceo purpura, oscureciendo aquel mágico paisaje, volviendo todo triste y sin vida.

Una mujer a lo lejos le gritaba al pequeño frente a él que corriera, pero este no la escuchaba.

Trato de ayudarle, pero por mucho que quisiera, su cuerpo no respondía, simplemente no se movía, cadenas lo sujetaban a la tierra de pies y manos,  lo único que podía hacer era gritar, gritarle al pequeño que corriera, pero este nunca le escucho.

Vio como frente a él, tres feos sapos aparecieron, molestando al chiquillo, mientras la mujer le defendía con todo su ímpetu. Uno de los sapos alzo al niño por el cuello, paso su asquerosa y húmeda lengua por todo el joven rostro lloroso del pequeño, que sin poder escapar lloraba y suplicaba piedad mientras la mujer hacia todo lo posible para arrancarlo de aquellas garras, hasta al fin lograrlo.

Pero los sapos no eran felices, golpearon a la mujer hasta el cansancio, mientras esta se encontraba hecha un ovillo, protegiendo con su cuerpo a su niño, sonriendo para calmarlo a pesar del dolor.

Cuando pensó que la mujer moriría por tantos golpes, vio como una luz esmeralda y blanco, segaba los ojos de los animales, obligándolos a retroceder. Otra mujer muy bella apareció en escena, llevaba un hermoso vestido blanco y esmeralda, que resaltaba su largo cabello negro, y detrás de ella, ocultándose tímidamente, un niño de cabellos blanquecinos,  vestido con un kimono de la misma tonalidad esmeralda.

El Circo De LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora