02. Llegó El Circo

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En la penumbra de la noche, bajo el rojo cielo salpicado por miles de millones de astros que atestiguaban los amores y la penas de los antiguos y míticos seres, aquella lenta caravana se habría paso por el rocoso camino que daba al reino del norte, pero en la quietud de la noche se vio interrumpida cuando un fuerte estruendo proveniente de la segunda carroza retumbo por todo el lugar.

_¿¡Que sucedió!?- gritó la mujer de ojos tan verdes como las hojas de los arboles, y piel ligeramente bronceada, que hacia juego con su enmarañada cabellera caoba al correr estrepitosa al lugar de la conmoción.

La mujer que se notaba no poseía mas de cuarenta inviernos en su haber, estaba en frente de la carroza humeante, de donde un joven de cabellos azules y piel tan blanca como la porcelana, salió desenfocado y temeroso.

_¡Mama! El cañón... Se disparo solo, y... Aysel él...- él joven estaba tan pálido y nervioso que apenas podía hablar entre jadeos, su cuerpo se movía violentamente gracias a los temblores que provocaban su nerviosismo.

La mujer al ver tal estado temió lo peor, y  rápidamente fue a la carroza, en donde aguardaba al mayor de sus hijos presentes, Aysel.

Postrado en el suelo, con su pecho emanando tanta sangre que el charco en el piso era mas que solo una mancha, el chico le regalo una sonrisa manchada de carmesí.

_¡¡Aysel!!-con un grito tan desgarrador, que levantaría hasta los muertos despertó a todo integrante de aquel circo que aun adormilado no entendía lo que sucedía, mientras la mujer corría en ayuda de su débil hijo.

Aun sonriendo mientras el dolor inundaba cada parte de su ser Aysel susurro _No te preocupes... Mamá... Voy... A estar bien.- y era verdad, pues aunque la herida se viera realmente espantosa, la familia Stinzoo, es la familia de magos mas poderosa en el Gran Reino de Vailor, los mejores de los cuatro reinos conjuntos a decir verdad, y el poder especial de Aysel, era regenerarse, no importaba que tan grave y dolorosa sea la herida siempre se regeneraba.

_Ya cariño... No hables... Yo se que estarás bien... Vamos, solo... Descansa.- la mujer trataba de tranquilizarse, mientras sujetaba la cabeza de su hijo y lo arrullaba en un hilo de voz apenas audible.

A pesar del dolor, Aysel fue cayendo en un profundo sueño, mientras su madre le cantaba un hechizo para dormir.

Al caer completamente rendido, la mujer comenzó a dar órdenes a todo aquel en quien posaba sus ojos.

_¡Kim, Jim! Busquen medicinas para limpiar la herida de Aysel...- los gemelos de quince años, que aun se encontraban en pijama asintieron y en una explosión de humo purpura azulado desaparecieron. _Frederick... ¿Cual es el pueblo mas cercano?

Un hombre alto y delgado, con facciones duras y los mismos ojos verde hoja que en esos momentos le reflejaban una angustia digno de una madre, vestido con un elegante atuendo verde y negro salio de entre las sombras. _El reino de Rigins, señora... Si seguimos este camino, al llegar el amanecer estaremos allí.

La mujer escrutó al sombrío hombre, con la mirada y luego asintió. _De acuerdo caballeros... El circo va a Rigins... Comiencen a moverse.

Personas de todos los tipos y colores comenzaron a subir a sus respectivas carrozas bajo el murmullo de lo sucedido, para emprender la marcha rumbo a dicho reino.

_Tesoro... Todo estará bien...- hablo la mujer tratando de tranquilizar al chico de cabellos azules que aun se encontraba temblando, mientras observaba en silencio la escena.

_No se que fue lo que sucedió... Estaba dormido, y de pronto... Exploto.- el chico balbuceaba cada palabra aun sin comprender lo que momentos antes sucediera.

El Circo De LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora