_Su majestad, comprendo su posición... Pero nuestro circo no es lo que usted piensa... No somos ladrones, somos artistas- hablo la mujer de ojos verdes, al Rey que se encontraba sentado frente a ella, con expresión de fastidio.
El Rey Edwin, no era bien conocido por su tolerancia, a pesar de su corta edad, gobernaba con mano firme el reino de Rigins, y aunque era muy querido por sus súbditos, quienes les apoyaron en todo momento a él y a su hermano menor, después de lo ocurrido con sus padres, su carácter de hombre orgulloso y fuerte no cedía ante nadie, o bueno casi nadie.
_Ya le dije, señorita Soledad... Mi pueblo no necesita de su servicios ni el de sus colegas... No insista.
_Pero...
_Pero nada, señorita... No me haga repetirlo... Y por favor, no me haga perder mi tiempo.- hablo el Rey cortante, antes de que pudiera terminar de hablar la mujer.
Aquel joven, alto y majestuoso, dentro del elegante traje azul marino hecho a la medida, que resaltaba sus profundos ojos como el océano y su cabellera tan dorada como las rocas brillantes del mar de los muertos, se veía cansado, agotado, quizás de tanto trabajar o de hablar con la mujer, que se hacia llamar Soledad y era la dueña del circo que se encontraba a las afueras del pueblo.
Ya cansada y resignada, la mujer comprendió que aquel testarudo Rey no daría su permiso para montar el espectáculo, eso quería decir que necesitaban encontrar otro lugar donde establecerse, mientras la herida del joven Aysel mejoraba, y lo necesitaba encontrar pronto.
Con un pesado suspiro, se rindió ante las palabras del Rey, para marcharse por donde había llegado, pero justo antes de girarse una suave y delicada voz, proveniente de una de las puertas de la sala de audiencia la detuvo.
_¿Que es un circo, hermano?- pregunto un delgado chico, de baja estatura, vestido con un sencillo pero elegante traje de lino blanco, su cabello tan negro como el azabache y su piel mucho mas blanca que la leche, quien hacia acto de presencia en aquella informal reunión.
_No es nada, Luce... Vuelve a tus clases por favor.- hablo el Rey, en tono sugerente,y suave a la vez, como si temiese romper al chico que se acercaba a paso lento a su lado.
La mujer, extrañada por el cambio de actitud del rey, decidió interferir en la conversación, con la esperanza de lograr así algún acuerdo.
_Un circo, es un lugar mágico... Lleno de alegrías y diversión... En donde los sueños, se hacen realidad... Si me permite aclarar, señor.- comento clavando su mirada en los océanos profundos del Rey.
El rey la miro de forma penetrante, insinuando con la mirada que no tenia permitido hablar, a lo que la mujer solo esbozo una sonrisa juguetona, pues aunque el mensaje llego fuerte y claro, ella no tenia nada que perder y si mucho que ganar.
El joven, quien por nombre tenia Luce, soltó una risa tan inocente ante el comentario de la mujer, que deslumbro la sala completamente. _Eso suena maravilloso, señora...-dijo sonriente.
_Y lo es, pequeño.- respondió la mujer ahora enfocando su atención exclusivamente en el nuevo intruso.
El rey observaba la situación, sin incluirse pero atento ante cada palabra y movimiento, como quien espera que alguien diga algo fuera de lugar, para mandar a decapitarlo, y Soledad había notado aquello, entendía perfectamente su posición, sabía que si conseguía la aprobación de aquel joven, quizás tendría una leve oportunidad de montar su show, y por lo tanto quedarse en Rigins.
_En el circo puedes ver cosas espectaculares- comento la mujer nuevamente, sintiendo sus esperanzas florecer, esperando entusiasmar al chico, pero la sonrisa que una vez adornaba su cara se esfumo con aquel comentario, mientras que por su parte el rey ardía en cólera.
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El Circo De Luna
FantasyEn un mundo donde la Luna reina en lo alto del cielo carmesí, la magia rige en el amor verdadero, entregando a las almas solitarias el corazón idéntico de su ser. Acepta el regalo que el destino te dio y amalo para siempre.