11. Dar Gracias.

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La noche anterior se había celebrado una fiesta en honor a Aysel, quien a pesar de estar cansado por lo ocurrido respondió a todas las preguntas de su madre y hermanos.

Explicando desde como fue que llegó al estanque, hasta quien era Renard y porque le ayudaba, la identidad de Lua también se descubrió y Soledad ya sentía un gran aprecio por este, aunque no le conociera. Claro ella ya sabia de la existencia del chico, cosa que Aysel le recrimino,pero como mi hijo es muy compasivo, la perdono casi al instante.

El rey y los príncipes de Rigins se enteraron de lo estrictamente necesario, es decir, que alguien llamado Lua, quien era una persona muy importante en la familia, había ayudado a Aysel con sus heridas y que este tenia que volver algunos días  para acelerar su recuperación.

Y por supuesto tambien que el chico llamado Renard era alguien igual de importante y volvería por Aysel cada vez que éste fuera a visitar a Lua.

Razón por la cual Peeter aclaro que este necesitaba un permiso, el cual Edwin no negó, por supuesto.

Claro, este acto de buena voluntad por parte de Peeter, tenia sus intensiones ocultas, él quería volver a ver a ese chico quien vilmente lo engaño cual bebé y quien sabe que haría cuando eso pasase.

Como Aysel no había tardado mas de dos días en aparecer, Soledad decidió que el circo debía volver a las afueras del pueblo, algo que Edwin acepto con la única condición de que Aysel se quedara en el castillo por su recuperación, no podía ofrecer menos.

Cosa a la que este se negó a aceptar rápidamente, pero la insistencia y elegante manipulación del rey, terminaron por convencer a la mujer, quien acepto aquello.

Y ahora a mediados de día, el circo volvía a retomar el lugar que una vez ocupo al principio.

Aysel como todos los demás, iba al lugar, quedarse a dormir en el castillo, no significaba pasar todo el día en el. ¿Cierto?

Luce, observaba como Aysel se alejaba con sus compañeros de circo calle abajo a las afueras del pueblo.

Desde que él chico había llegado, el de ojos violetas intentó estar lo mas cerca posible de él, pero simplemente no se lo permitían, si no era su hermano quien controlaba todos su movimientos, era cualquier otra persona que interfería al momento justo de encararlo.

Así fue casi siempre que tenia la mas mínima oportunidad de hablar con el de cabellos blancos.

Claro, casi siempre, pues hubo una sola ocasión en toda la noche en la que su salvador estuvo solo para él.

Había pasado mas de la media noche cuando Luce, sofocado por el holgorio, decidió que lo mejor para él y su débil cuerpo era salir a tomar aire.

Ya se habia resignado a no hablar con Aysel para darle las gracias por ayudarle y regalarle el mejor regalo de todos.

Así que, como nadie lo vigilaba, ya que su hermano no apartaba la mirada del chico bufón del circo, quien obviamente lo evitaba cada que podía y Peeter parecía en otro mundo, decidió salir al balcón de la sala de fiestas.

Abrió la puerta con cuidado, tratando de hacer el mas mínimo de los ruidos, para no ser descubierto, salió y cerro detrás de él con el mismo cuidado con el que abrió.

El aire frió de la noche refrescaba su caliente rostro mientras el silencio se hacia presente, sin duda eso era mejor que todo el bullicio de adentro.

Había estado en varias fiestas de la alta sociedad, pero aquello era otra cosa, sin duda la plebe sabia divertirse.

Después de algunos segundos disfrutando de la soledad un leve suspiro le informo que no estaba tan solo como pensaba.

El Circo De LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora