Capitulo. 24.

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Giselle

¿Cómo es que ella está aquí? Se supone que somos una sola persona, además Alexandra está muerta... esto debe ser un sueño. Mi cabeza no deja de dar vueltas es como si mi vida se fuese por algún túnel.

__ Damián, soy yo. He vuelto. Ya nada nos separará.

Siento como alguien me hace a un lado, en ese instante vi esa melena roja correr en dirección de Alexandra, él le toma las manos y con desespero la abraza, mientras su voz temblorosa retumba en el salón.

__ ¿En verdad eres tú? –dice Damián apretándola contra su cuerpo.

__ Sí, soy yo –ella se aleja un poco y acaricia su mejilla –soy real, volví sólo para estar junto a ti de nuevo.

Algo dentro de mí se rompe, haciendo se añicos en mi pecho ¿Acaso ese fue mi corazón? Ese momento comprendí que yo no existía para Damián. Un repentino dolor adormece mi cuerpo, reúno el valor necesario para llamarlo.

__ Da... Damián –al fin, pero él no presta atención a mi llamado.

__ Perdóname –susurra –por favor perdóname, nunca debí dejarte sola. Fui un tonto.

Ella me dedica una mirada extraña una mirada que mi cerebro no logra descifrar. Mi vida está acabada ¿Puedo pensar de esa manera? Verónica sujeta mi hombro, pero su acción sólo me demuestra que es real, que está pasando. – ¡Ya no lo soporto! –sin darme cuenta mis pies se mueven por voluntad propia dejando aquel lugar que me confunde.

Mi respiración se vuelve irregular, así que mis pies dejan de andar, al mirar a los lados estoy en la parte trasera del colegio. Me escondo tras unos arbustos dejándole rienda suelta a mis emociones –Damián me ignoro –pienso mientras cubro mi boca evitando el llanto.

Mi celular no para de sonar, sin mirar la pantalla le saco la batería, no quiero hablar con nadie, no quiero verlos.

__ ¿Así que aquí lloras? –una voz suave me hace alzar la vista.

Un chico moreno de aspecto tétrico me mira con una amplia sonrisa, su mano llega a mi mejilla y limpia mis lágrimas. Rápido retrocedo.

__ ¿Quién... eres... tú? –digo en un hilo de voz.

Él camina y se sienta a mi lado.

__ Mi nombre es lo menos que importa, sólo vengo a decirte que la señora directora quiere verte. –de repente sus ojos tomaron ese tono rojizo, ya que sus iris son negros.

Me sorprendo al ver el cambio que desaparece.

__ ¿Pasa algo? –indica despreocupado.

__ ¿Eres uno de ellos?

Él suelta una ruidosa carcajada. Mi cara se torna roja al analizar mi estúpida pregunta. Su cara se acerca a la mía.

__ Mmmm. Lo sabes, eso es lindo. –Dice pellizcándome la mejilla – ese tonto –me olfatea –es más que compañero de clase.

Su comentario hace venir a mi mente recuerdos de esos días en la cabaña. Aparto la cara, tratando de controlar mis enrojecidas mejillas. ¿Quién es este chico? algo en él es sospechoso.

__ Ni creas que con esas palabras lograrás algo conmigo, así que no pierdas el tiempo en alagarme. Con su permiso. –finalizo saliendo de ese lugar lo más rápido.

¡Soy una idiota al dejar ver esa parte de mí tan deliberadamente! Me quedo inmóvil ante la puerta de la dirección. Me imagino que tendrá todos mis documentos listos para el traslado de la semana que viene. Giro el pomo de la puerta entrando despacio. La directora deja de leer un papel en su mano para mirarme sin distracciones.

Sangrienta Tentación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora