Capitulo. 8.

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Giselle

Mis ojos se abren poco a poco, una figura familiar va tomando forma ante mí ¡Damián! Es cierto él entró al escucharme gritar, de pronto da un paso hacia delante, sin pensarlo mi mano sujeta su brazo con fuerza.


_ Damián... no me dejes sola. –digo casi con las lágrimas afuera.


Su mirada es de angustia ¿De verdad está preocupado por mí? rápidamente intento levantarme, pero él se apresura y me detiene.


_ Por favor descansa. Yo... bueno... en que habitación me puedo quedar – dice con la mirada baja.

¡No quiero dormir sola! Tengo miedo, así que niego con movimiento de cabeza.


_ Quédate aquí conmigo, tengo miedo de que ese loco siga aquí. –él se acerca para luego mirarme.


_ ¿Dónde están tus padres? –su pregunta me causó un dolor agudo en el pecho, sin más bajo la mirada para que no se fije en mis ganas horribles de llorar.


_ De viaje. – mis voz se vuelve temblorosa al decir tales palabras.


De cierto modo ellos nunca me consideraron su prioridad, sólo soy su boleto a la grandeza. Algo dentro de mí se expandía sin poder evitarlo... no soy nada para ellos. De repente un fuerte estallido me hace aferrarme al cuerpo de Damián sin pensar, odio los relámpagos son tan horrorosos, el cuerpo de Damián se tensa al sentirme sobre él.


_ Suéltame... por favor. –dice en un susurro.


De inmediato alzo mi vista aun húmeda por las ganas de llorar. Él se incomoda aún más, su cuerpo se hace aún más rígido.


_ Si no lo haces no podré resistirme a beber tu sangre. –indica apartando la mirada.

¿Beber mi sangre? Ya eso no me asusta en realidad, pero si el precio que tengo que pagar por tenerlo está noche conmigo es esa lo haré, no me arriesgaré a que ese desquiciado vuelva. Al menos Damián nunca me lastimaría.


Así que subo mis manos hasta mi blusa y comienzo a desabrochar los botones, dejando desnudo mi pálido cuello. Los nervios me invaden de alguna manera, aunque no le tema, el dolor no desaparece y cada vez que lo recuerdo mi piel se eriza. Puedo ver en su mirada la duda de hacerlo o no.


_ Giselle. –dice mi nombre como si se tratase de una súplica.


Sin prestar atención a su negación me levanto y lo abrazo, mientras él se queda parado sin mover un músculo. Él es un poco más alto que yo, así que hundo mi cara en su pecho. De pronto sus manos suben hasta mi espalda y me sujetan con fuerza. Su rostro baja hasta el hueco de mi cuello.


Inhala con intensidad, mi piel se eriza de inmediato, el sólo contacto de su piel con la mía es algo increíble, es como si ella lo reconociese, sin aviso lame mi cuello despacio causando un repentino sonrojo en mis pálidas mejillas, pero no es todo, ahora besa y mordisquea haciendo que mis piernas pierdan fuerzas.


_ Damián... no por favor. –susurro sin aliento.


Sangrienta Tentación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora