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Sasha en multimedia.
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En vez de subir por la escalera, Riker me llevó hasta una sala pequeña y muy oscura. Solo estaba iluminada por una pequeña lámpara que daba una luz con un color extraño. Parecía amarillo en vez de blanco.

- Siéntate -me soltó, dejó la pistola en una mesa alejada de mí y se acercó a un botiquín colgado de la pared con la típica cruz roja adornando la chapa blanca.

Hice lo que me ordenó, pero como no había sillas me senté en la camilla mientras intentaba liberar mis manos de la cuerda, pero era imposible.

- Desátame -dije en un hilo de voz.

Riker se dio la vuelta y llevaba en las manos algunas gasas, puntos de aproximación, antiinflamatorio y desinfectante. Lo dejó todo a mi lado en la camilla y me desató las manos sin mirarme a los ojos.

Agradecí la sensación de liberación que sentí en ese instante aunque las manos tuviesen unas grandes marcas rojas alrededor de las muñecas.

Mi cabeza no dejaba de darle vueltas a lo que había ocurrido en el salón. Hanna había... no podía ni pensarlo.

Me llamó la atención la destreza con la que Riker mojaba las gasas. Era como si ya lo hubiese hecho antes, aunque claro, seguro que lo había hecho.

La gasa impregnada de desinfectante tocó mi mejilla donde Freddie había dado un puñetazo y había abierto una brecha y me aparté. Escocía.

- Si te apartas, no puedo curarte la herida -por primera vez, me miró a los ojos y sentí de nuevo esos escalofríos horribles que llegaban hasta mi nuca y me ponía los pelos de punta.

No podía aguantarle la mirada así que miré al suelo.

- ¿Por qué no me has dejado ir a por él? -era tan impulsiva que si pudiese dar marcha atrás no hubiese abierto la boca.

En cambio, sus ojos no se apartaban de mí y me obligaban a mirarlo. No iba a estar todo el rato mirando al suelo como una cría intimidada por su padre.

- Hubieses acabado como Hanna -por fin dejó de mirarme para concentrarse en la herida de mi mejilla. Por su cara, parecía que estaba haciendo un examen-. ¿Eres una suicida? parece que quieres morir.

- Hago lo posible por escapar de aquí.

Soltó la gasa en la camilla. Estaba manchada de sangre pero a mí ya no me dolía como antes.

- Voy a ponerte un antiinflamatorio y unos puntos de aproximación -no dijo nada de lo que yo había dicho. Tal vez haya sido mejor así.

- Os comportáis todos de forma extraña. Sobretodo Jeffrey y tú.

Volvió a mirarme esta vez con el ceño fruncido y pestañeé varias veces.

- ¿Jeffrey? ¿qué pasa con él?

- Es como si... importáramos. Jeffrey permitió que me diese una ducha. No me habló demasiado mal y tú ahora estás curando mi mejilla. ¿Qué narices os pasa?

- Tenemos que manteneos con vida. Eso es todo.

Se alejó cuando puso los puntos y tiró las gasas a un pequeño cubo de metal en la esquina de la sala, al lado de la puerta. Toqué mi mejilla y sentí el tacto de los puntos que acababa de ponerme.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora