23.

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Emily y Sasha en multimedia.

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Cada vez que cruzaba la mirada con él, el nombre de mi padre venía a mi mente. Andrew. Ese hombre que maltrataba a mi madre y a mí, ese hombre que nos rompió en pedazos, esa mirada era la misma que veía en Jeffrey desde hacía muy poco. Había pasado una semana desde que llegó a la cabaña, interrumpiéndonos a Riker y a mí. Resulta que su coche tenía un rastreador por si sufría un robo y de esa manera descubrió donde encontrarnos. Ya no recuerdo el día en el que confiaba en Jeff. No entendía su comportamiento, pero me recordaba tanto a mi padre que me moría del miedo por todos los recuerdos que eso ocasionaba. Unas veces era simpático y cuidaba sus palabras conmigo, parecía otra persona y realmente arrepentido de lo que había hecho anteriormente, pero otras veces... su humor cambiaba drásticamente en menos de diez minutos si no hacía lo que él me pedía. Me demostraba su fuerza, agarrándome del brazo o de la cara y yo estaba empezando a hartarme de verdad de aquella situación. Joder, era policía y había tratado en demasiadas ocasiones con casos de malos tratos, seguro que se me ocurría algo.

Por otra parte, estaba echando de menos a Riker. No dejaba de darle vueltas a nuestros cinco minutos de gloria, a nuestro primer beso y a todos los que vinieron después, las bromas y su risa antes de que Jeff apareciera en escena. Siempre aparecía él fastidiándolo todo. Había cometido un gravísimo error el día que decidí quedarme con él.

Salí de la ducha, que a consecuencia del agua caliente se había inundado el baño de vapor y limpié el espejo para verme reflejada. Tenía un pequeño moratón debajo del ojo, pero apenas se notaba, así que no le dí importancia. Rodeé mi cuerpo en una toalla blanca y peiné mi cabello. Tenía mejor cara que otros días en los que estaba algo demacrada, pero no era para menos. Estaba odiando aquel sitio, sólo quería largarme de allí.

No me acordé de coger ropa para vestirme en el baño, así que no me quedó otra opción que salir del baño en toalla y llegar hasta mi dormitorio. Por suerte, el baño y mi habitación estaban cerca y Jeff había aceptado que yo necesitaba mi propia habitación si iba a quedarme ahí. Me negaba sobre todas las cosas a dormir con él. No, de ninguna de las maneras. Tenía poca ropa, pero la necesaria, así que me decidí por una sudadera y unos leggins, pero cuando estaba cogiendo el atuendo, sentí una delicada caricia en mi brazo y me di la vuelta sobresaltada. Era Jeff.

— Hola, preciosa —me miró de arriba abajo con una sonrisa ladeada. Seguía siendo guapísimo, de eso no había duda, pero también seguía estando paranoico y muy mal de la cabeza. Agarré con fuerza la toalla con la que continuaba tapada e intenté alejarme, pero estaba atrapada entre él y el armario.

— ¿Quieres algo, Jeff?

— Te he visto así vestida y... —tocó con sus dedos el borde de mi toalla y me aparté, haciendo que el toque se desvaneciera—. Eres tan sexy...

Enseguida me puse alerta, más que nada porque cada vez estaba más cerca de mí y yo no tenía escapatoria. No podía dejar que esto siguiese adelante, pero tampoco me convenía empujarlo en esas condiciones. No tenía salida y Jeff cada vez, estaba más y más cerca.

— Oye, tengo que vestirme, ¿puedes irte?

— ¿Por qué te vas a vestir? No lo hagas —me agarró con fuerza de la cintura y me acorraló contra el armario. Su boca empezó a besar y lamer desde mi cuello, hasta mi pecho y yo comenzaba a alterarme, poniéndome nerviosa y siendo atacada por los nervios y el miedo.

— Para, Jeff.

Pero no lo hizo. Intentó en varias ocasiones quitarme la toalla, pero se lo impedía como podía. Me besaba con fuerza y sus manos estaban por todo mi cuerpo, tocándome y apretándome con desesperación. No podía quedarme sin hacer nada, algo debía hacer, era mi deber, pero sabía que las cosas se pondrían mucho peor. No estaba segura del modo que iban a cambiar las cosas, pero de lo que estaba segura era de que todo iría muy rápido, así que sin más dilación, levanté la rodilla con fuerza y la estrellé contra sus partes más íntimas, obligándole a doblarse sobre sí mismo mientras contraía la cara y se quejaba de dolor. No tenía tiempo para vestirme, así que corrí fuera del dormitorio, pero antes de llegar, Jeff me agarró de la cintura y solté un grito. A partir de ahí, sólo podía ir a peor.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora