13.

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— Mamá, creo que ya viene papá —la sonrisa me llegaba hasta las orejas. Por fin veía a mi papi después de todo el día. Le había echado mucho de menos.

Quería contarle todo lo que había hecho en el colegio y lo que habíamos visto en la excursión a la fábrica de plásticos, porque aunque para algunos fuese un aburrimiento, a mí me gustó mucho. Fue muy divertido y explicaban todos los procesos de manera divertida. Seguro que papá se alegra y se ríe conmigo cuando se lo cuente.

— Sube a tu cuarto, Sasha —mamá miraba por la ventana al igual que yo y vi su ceño fruncido al ver a papá andar de forma rara hasta la puerta de casa. No caminaba como lo hacía normalmente, ahora parecía que le costara mantenerse de pie. ¿Qué le pasa a mi papá?

— Pero yo quiero hablar con él.

— Sube a tu habitación, cierra la puerta y tápate los oídos —mamá se hizo un moño con su pelo claro como el mío. Me hacía gracia cuando se le soltaba algún mechón y le molestaba en la cara.

No quise insistir porque no quería que mamá se enfadara conmigo, así que agarré a Milo y subí las escaleras mientras colocaba un mechón rubio detrás de mi oreja. Milo es mi oso de peluche, me lo regaló papá hace tiempo y es mi mejor amigo. Nunca he sido buena para hacer amigos y las niñas del colegio dicen que soy rara y tonta, así que no se acercan a mí, pero me da igual. Milo es mejor que todas ellas.

Oí la voz de papá justo cuando entré en mi habitación y desafiando a mamá, no cerré la puerta del todo, sólo la entorné para así escuchar mejor. Mamá parecía enfadada, pero a papá no se le entendía muy bien.

— No quiero hablar contigo. Tráeme un vaso de coñac.

— ¿No crees que ya has bebido suficiente? mírate.

— No te voy a volver a repetir que me traigas ese vaso.

Mamá entró en la cocina con paso acelerado y trasteó con los vasos, no supe muy bien qué hacía pero supuse que estaba haciendo lo que le había dicho papá. Quería bajar y abrazarle, había esperado todo el día para verle, pero tenía que hacer caso a mamá.

— Me voy a ir, Andrew —sonaba desesperada y triste a la vez. No sabía que le pasaba a mi mamá y tampoco a dónde se iba. No quería que se fuera a ningún sitio. ¿Se va a ir por mi culpa?

— ¿A dónde te crees que vas a ir?

— Lejos. Me llevaré a Sasha conmigo. No podemos seguir así, ella tiene siete años y tú no vas a cambiar.

Escuché un golpe, había sido muy fuerte y me asusté mucho. ¿Qué había sido eso? mis ojos estaban llorosos y limpié mis mejillas con la manga de mi pijama rosa que mamá me compró esta tarde.

— ¡No os vais a ir a ningún puto lado, Maggie! —otro golpe. Esta vez le siguió un gemido lastimoso de mi madre, como si le doliese algo y me puse a llorar.

No me importó desobedecer a mamá, así que bajé las escaleras corriendo hasta llegar al salón y me quedé parada en la puerta al ver a mamá en el suelo, llorando y una herida en el labio. La herida le sangraba y cuando miré a papá, vi una mirada extraña en él. Me dio mucho miedo, ¿qué le pasaba? ¿por qué le había pegado? él tenía los ojos muy rojos y mamá intentó ponerse de pie, pero la patada de papá en su estómago la tiró de nuevo al suelo.

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