EPÍLOGO.

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Seis años después.

La vida me cambió radicalmente aquel día. Supe que nunca sería plenamente feliz, aunque nuestra hija es mi completa felicidad y mis ganas de vivir. Cada vez que recordaba que ella jamás conocería a su padre, que nunca sabría lo bueno que era, el amor que podía dar... me hundía un poquito más, pero llegaba ella y con una simple mirada me hacía sonreír y hacerme olvidar.

La llamé Hayley. Su nombre me recordaba a Riker y a su hermana, era como un constante recuerdo de que ellos alguna vez existieron. De que él existió.

Una vez al mes, vuelvo al cementerio con ella, hace unos meses que aprendió mi extraña costumbre y ahora es Hayley la que me pide ir al cementerio a ver a su papá y a su tía. Y yo nunca me puedo negar a eso. Por mucho que le hable de él, por mucho que le explique como era y cuanto nos queríamos, nunca será posible que lo entienda, no hasta que conozca la sensación en primera persona.

Pasé días y meses sin poder dormir ni comer. Comía por ella y porque Emily me obligaba, pero estaba literalmente, muerta en vida. ¿Cómo podía estar viva sin él? ¿cómo lograría salir de ese pozo sin fondo? gracias a ella. Cuando nació fue un choque de sensaciones. No dejaba de pensar que Riker tenía que estar conmigo en ese momento tan especial y que le hubiese encantado ver su carita. Cuando Hayley nació volví a vivir, volví a sonreír. Fue mi salvavidas.

La policía los detuvo a todos. Freddie, Andrew, Shui y todos los que se empeñaron en destrozar nuestras vidas. No fui feliz cuando se los llevaron, quería matarlos, quería acabar con su vida igual que hicieron con la de Riker, pero no fue posible.

Andrew y Freddie fueron condenados a cinco cadenas perpetuas. Jamás saldrían de prisión y aunque se merecían la muerte, por lo menos me quedé conforme con la sentencia. Shui, por otro lado, fue condenada a muerte. Su muerte pudo ser observada por todo aquel quien quisiera, como si fuese un espectáculo, como si fuese un público de lo más normal que asistía a cualquier obra de teatro. Yo fui la primera que se presentó a su muerte. Quería verla morir, quería que me viese viva y embarazada, embarazadísima. Por aquel entonces, yo estaba de ocho meses y toqué mi barriga cuando ella clavó la mirada en mí mientras la sentaban en una silla eléctrica.

''Púdrete'' pronuncié con mis labios cuando ella me miró. Dejó de mirarme, hizo como si yo no estuviese ahí, pero lo estaba, y no supo lo bien que me sentí y lo feliz que fui cuando murió delante de mí. De la manera más cruel. Directa al infierno.

Enzo tampoco se libró de la cárcel, pero tuvo más suerte. Gracias a que los dos se deshicieron de todas las pruebas y armas que le hacían cómplice de varios crímenes y a la declaración que Emily hizo en el juicio a su favor, le echaron diez años en prisión, aunque por buena conducta se los rebajaron a cinco. Hace un año que salió de la cárcel y mi amiga es la mujer más feliz junto a él. Incluso ya esperan su primer hijo, aunque antes quieren casarse.

Ahora estaba en el parque del cementerio con Hayley, sí, un poco extraño. ¿Un parque en el cementerio? así lo llamaba ella, se divertía con cualquier cosa y si veía una montaña de arena o un pequeño cubo para jugar, era la primera dispuesta a hacer castillos e imaginar cualquier cosa para entretenerse. Su inocencia y su bondad me llenaban el alma a diario.

Tras echarle una mirada para asegurarme de que estaba bien, me acerqué y me senté en la tumba de Riker, donde saqué un paquete de cigarros y me encendí uno.

— ¿Ahora fumas, mi niña? —soltó una carcajada y se sentó a mi lado mientras expulsaba el humo con suavidad.

— ¿Ahora eres un fantasma? —lo miré a los ojos y Riker rió a carcajadas mientras apretaba mi rodilla y yo cerraba los ojos, aprovechando esa sensación de nuevo.

— ¿Te haces la sorprendida? llevas años viniendo aquí.

— Sí. Te echo de menos.

— Yo también, nena —miró hacia atrás y sonrió al ver a Hayley jugar con la arena—. Nuestra pequeña está cada día más guapa. Se parece a ti.

— No, es morena, se parece a ti y agradezco eso.

— Gracias por hablarle de mí.

— Eres su padre, tiene que conocerte —tiré el cigarro y nos miramos a los ojos, sonreí al verle de nuevo. Hacía un par de años que había descubierto que a veces, hablaba con él, aunque sabía que estaba en mi imaginación. Pero qué bonita imaginación aquella—. ¿Por qué te fuiste? —la voz se me rompe y retengo las lágrimas que amenazan por salir.

— Pequeña, siempre me haces la misma pregunta. No me hubiese perdonado jamás que tú y esa pequeña estuviéseis en mi lugar.

— Te quiero, Riker... y cada día me duele más. Tengo un agujero en mi alma que me está desgarrando el pecho cada vez que no te veo a mi lado —trago el enorme nudo de mi garganta y volvemos a mirarnos—. No puedo más...

Entrelaza nuestros dedos y las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas con fuerza al sentir su contacto. Nunca me cansaría de ir allí y hablar con él, verle y que me acariciase. Me daba igual que me estuviese volviendo loca, tal vez estuviera perdiendo la cabeza, pero si eso significaba verle para siempre, me entregaría por completo al hospital psiquiátrico de por vida.

— Tienes que luchar, mi niña, por mí, por ti y por Hayley. Debes vivir, debes ser feliz y disfrutar de tu vida. Tienes que dejarme marchar.

— No puedo hacerlo. Hay tantas cosas que no te dije... no me diste tiempo a despedirme, no puedo dejarte.

— Me dijiste todo lo que debía saber, Sasha. No puedes estar así, viniendo aquí para verme y hablar conmigo porque eso te hace más daño, no te deja continuar, pequeña. Sé que no quieres verlo y que sigue siendo difícil aunque hayan pasado seis años, pero yo estoy muerto y tú estás viva. Debes dejarme ir. Debes continuar.

— Te quiero tanto... —me soltó la mano y le miré. Se estaba despidiendo para siempre.

— Yo también te quiero... y a ella también, díselo, ¿vale? —asentí y él sonrió.

— ¿Me esperarás?

— Claro que te esperaré, mi vida. Siempre estaré esperándote y cuando llegue tu momento... puede que nos fumemos un cigarro juntos —me guiñó un ojo y yo reí ante sus palabras.

— ¿Mamá? —miré a mi pequeña, que me llamaba desde la montaña de arena y la vi manchada hasta arriba—. Hace mucho frío, ¿nos vamos a casa?

Giré la cabeza para mirar a Riker, pero ya no estaba. Él se había marchado para siempre. Me levanté, agarré a Hayley de su pequeña manita y juntas nos fuimos a casa.

Tal vez tuviese razón. Sabía que tenía razón. Yo tenía que continuar, debía seguir por nuestra hija, pero era tan difícil hacerlo... que jamás me había enfrentado a algo así. Debía ser fuerte, tenía que serlo. Conseguí despedirme de él como de verdad necesitaba hacerlo y sabía que él estaría esperándome siempre. Siempre estará en mi corazón.

Mi corazón. Mi alma. Le pertenecía a él. Sólo a él. Riker.

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Joder, que nudo en la garganta, ¿eh?

Espero que no estéis muy enfadadas conmigo, de verdad, aunque creáis que soy una exagerada, lo he pasado realmente mal escribiendo esto.

Sieeeeeeeento mucho si me odiáis en este instante, pero recordar que yo os quiero y que Riker vivirá siempre con nosotras... ya vale, que al final lloramos todas. ¬¬

Voy a subir una parte de Agradecimientos con algo de información que subiré mañana seguramente, espero que la leáis!

OS QUIERO MUCHÍSIMO.

P.D. HA SIDO MUY ESPECIAL Y PRECIOSO COMPARTIR ESTA HISTORIA AQUÍ CON TOD@S VOSOTR@S. GRACIAS POR TODO.



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