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Capítulo largo.

Sasha en multimedia.

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Narrador omnisciente.

Shui tenía razón, su mansión era enorme y estaba tan vigilada que parecía la mismísima Casa Blanca. Riker nunca había estado en aquel lugar y había tenido la esperanza de jamás cruzar aquel umbral, pero ahí estaba, siendo arrastrado por dos gigantones que en el coche le habían proporcionado una pequeña parte de lo que le esperaba. Su vista se difuminaba de vez en cuando a causa de los numerosos puñetazos y golpes en la cabeza que había recibido, y aunque no era del todo consciente de lo que ocurría a su alrededor, se lo podía imaginar.

— Llevadlo al sótano y atadlo. En dos minutos estaré ahí —la mujer de rasgos orientales y madre adoptiva de Riker desapareció mientras era llevado a dicho sitio, donde le ataron las muñecas a una cuerda que colgaba del techo, de manera que solo podía tocar el suelo con la punta de los zapatos, ya que sus brazos estaban estirados hasta el límite hacia arriba, donde las cuerdas hacían un estupendo trabajo.

No podía rendirse todavía. Sabía que le esperaba un infierno o casi parecido, pero no iba a matarlo. Todavía no, así que se aferró a esa idea y empezó a darle vueltas a la cabeza, pensando en un modo de poder librarse de las cuerdas, pero era una tarea demasiado difícil. Si estuviese sentado en una silla, como normalmente le habían tenido, sería más fácil para él, pero en esa postura...

La puerta blindada y vigilada por dos matones de Shui se abrió, dejando ver a ésta que con ella traía unas tijeras y un pequeño carro metálico parecido al que los cirujanos utilizaban para sus operaciones, lleno de artilugios que seguramente usaría con él, entonces tuvo claro que iba a torturarlo.

— Podéis iros, yo me encargo —los dos matones vestidos de negro salieron sin decir ni una palabra, quedándose a solas con ella que portaba en sus manos las tijeras de mango negro y se acercó a él—. Si hubiera sabido que eres tan débil como para soportar un par de puñetazos, no habría dado la orden de que lo hiciesen. Estás medio inconsciente y quiero que estés muy despierto para que te enteres de todo.

Agarró un cubo de chapa que había en un lado de la sala lleno de agua y se lo lanzó a la cara, haciendo que Riker espabilara por fin. Ahora estaba totalmente empapado, pero agradeció mentalmente aquella acción que él también necesitaba para despejarse y ser consciente de lo que ocurría para pensar con claridad.

— ¿Por qué haces esto? No vas a matarme.

— Puede que tengas razón. Puede que simplemente quiera divertirme —empezó a rasgar la camiseta de Riker con las tijeras hasta deshacerse por completo, hasta dejarla hecha trozos inservibles y poder tenerle desnudo de cintura para arriba.

— ¿Qué haces?

— Haces muchas preguntas, hijo. Ahora quiero hacerte yo una —le rodeó hasta posicionarse en su espalda y habló sin rodeos, poniéndole a Riker la piel de gallina—. ¿Hace cuánto no sientes ese terrible dolor que te produce que alguien te toque o te hiera de alguna manera?

— No...

Abrió las tijeras de par en par, hasta quedarse con un solo filo de éstas y con fuerza y rapidez, cruzó de lado a lado la espalda de Riker, haciéndole un corte superficial pero que rápidamente empezó a sangrar y que le produjo tanto dolor y tantos recuerdos horribles que despertaba en él un tormento insoportable.

— Echaba de menos esto, hijo. Aún recuerdo como llorabas cuando te hacía esto cuando sólo tenías once años, ¿te acuerdas? —soltó una carcajada y volvió a repetir la acción con el filo de la tijera, esta vez un corte mucho más pequeño—. Me suplicabas que parara, llamabas a tu padre... pero él ya no podía hacer nada por ti.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora