9.

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Emily y Sasha en multimedia.

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— ¿Qué ha pasado, amor? —un monstruo pelirrojo y ojos claros irrumpió con fuerza en la pequeña sala, haciendo que me sobresaltase y saliese de las profundidades en las que la mirada penetrante e intensa de Riker me había sumido.

No pareció mostrar mucho interés, es más, pude verle poner los ojos en blanco cuando cruzó la mirada con ella y fruncir el ceño al percatarse de que se acercaba a él con paso decidido. Adele me empujó con fuerza al pasar por delante de mí para alejarme y colocarse ella a su lado. Lo único que le faltó fue escupirme y mirarme por encima del hombro.

— Nada. ¿Qué haces aquí, Adele? —vi su intención de coger de nuevo su camiseta para ponérsela, pero al verla en el suelo llena de sangre la dejó donde estaba. Se notaba que no se sentía cómodo con el torso al descubierto delante de ella y me sorprendió darme cuenta de que eso me gustaba.

— Jay no sabe mantener la boca cerrada.

La mención de Jay me puso algo nerviosa. No había tenido la oportunidad de preguntarle a Riker qué era lo que había pasado, pero sin preguntárselo, sabía que no me lo iba a contar.

¿Qué tenía que ver Jay en todo esto? ¿por qué no habían vuelto los demás todavía? ¿qué narices hacía aquí esta tía a la que no soportaba ni ella a mí tampoco? decidí no abrir la boca para evitar problemas en un futuro, así que salí de la sala en silencio y en cuanto entré en la cocina, me senté en una de las butacas disponibles ya que aunque ya me había recuperado, aún me sentía algo indispuesta.

La cocina estaba mucho más presentable que el resto de las habitaciones que tenía la cabaña. Estaba algo desordenada y hacía falta una buena limpieza a fondo, pero los muebles se notaban que eran más modernos que los demás.

— ¿Qué estabas haciendo con él en la misma habitación? —la chillona voz de Adele se clavó en mis oídos. En serio, era una voz muy repelente. De esas que solo deseas dejar de escuchar en algún momento.

— Salvarle la vida —me levanté y me llené un vaso de agua para mojarme la boca y la garganta, ya que se me habían secado con toda aquella situación.

El ruido de sus tacones repiqueteaban por toda la cabaña y el sonido acrecentaban mis ganas de darle una bofetada y gritarle que dejara de hacer ese maldito ruido. Me martilleaba la cabeza con fuerza.

— No vuelvas a acercarte a Riker, ¿de acuerdo?

Incrédula, me di la vuelta para enfrentarla y me la encontré frente al espejo de pared pintándose los labios de un color rojo intenso.

Estuve tentada de soltarle alguna perla de las mías, pero contra todo pronóstico, levanté las manos a la altura de mi cabeza y sonreí con autosuficiencia antes de cruzarme de brazos y encogerme de hombros ante su atenta mirada.

— Todo tuyo. Hacéis buena pareja —me llevé el vaso de cristal a los labios y acabé con el contenido antes de dejarlo en la pila.

Me di cuenta de que no esperaba mi respuesta. Pero, ¿qué esperaba, si no? a mí no me importaba Riker lo más mínimo, solo había querido salvarle la vida para no sentirme culpable por la muerte de una persona durante toda mi vida. Adele me caía fatal por los anteriores acontecimientos ocurridos con ella, no porque estuviese obsesionada con Riker. Eso me daba completamente igual.

Riker entró en la cocina con una camiseta oscura puesta y con una mano apoyada en su herida cosida y tapada. Estaba recién operado y ya iba como si nada por ahí.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora