8.

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Sasha en multimedia

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La puerta crujió con fuerza al chocar contra la pared al abrirse y estuve segura de que la madera se habría astillado o incluso destrozado del poderoso golpe, pero no quise comprobarlo y menos cuando mis ojos impactaron con Riker. Parecía bastante alterado y su rostro reflejaba una imagen que no supe interpretar. No pude evitar preguntarme qué era lo que pasaba, por qué había irrumpido de esa forma y por qué parecía como si...

Su mano se encontraba en su zona abdominal, donde sujetaba como si estuviese evitando que se cayera algo al suelo. Apretaba con fuerza y su chaqueta negra de cuero no me dejaba ver más allá de la tela. ¿Qué tenía ahí? estuve a punto de caminar hasta él y descubrir qué escondía, pero no me hizo falta hacer aquello porque cuando abrió su chaqueta con la otra mano y con cuidado para que Enzo lo entendiese, vi su camiseta clara ahora teñida de rojo en la zona donde su mano apretaba con fuerza. La sangre salía a borbotones, llenando su mano del líquido rojo que me hizo abrir los ojos como platos. ¿Le habían disparado? sabía cómo era el tiro de un disparo, sabía la herida que hacía y eso tenía toda la pinta de ser ocasionado por una bala.

— ¿Qué cojones ha pasado, Riker? —la urgencia de Enzo se convirtió en desesperación cuando corrió a socorrer a su amigo. Se notaba que ellos dos sí que se llevaban bien. Sí podía decirse que eran amigos, aunque no podía estar segura de nada. Podían ser unos falsos que a la mínima no dudaran en traicionarse mutuamente.

— Hay que llevarlo a un hospital —mi cerebro habló por mí y estuve tentada de llevarme las manos a la boca para convencerme de que no había hablado, pero cuando los dos me miraron fui consciente de que sí, lo había hecho.

— No —no me dirigió ni una palabra más antes de apartar la mirada de mí y enfocarla en Enzo—. Llévame a la enfermería.

Casi me echo a reír. No podía llamar enfermería a aquél cuarto pequeño con una camilla de hospital y un botiquín bien equipado, aunque viéndolo por el lado bueno, debía agradecer que tuviésemos esa pequeña sala para ocasiones como las de mi mejilla golpeada o mis costillas rajadas. Si no, no sé qué hubiera pasado. Tal vez me hubieran dejado que me desangrara o se me infectaran las heridas, quién sabe.

Seguí con paso acelerado a Enzo mientras llevaba a Riker, que hacía todo lo que podía por caminar agarrado al hombro de su amigo hasta el diminuto cuarto que ellos llamaban enfermería. Entonces, un pensamiento se me cruzó por la mente.

Nadie podría impedirme que me escapase. No había nadie más y la puerta estaba abierta. Ahora mismo podría echarme a correr, largarme, segura de que Enzo no dejaría a Riker en esas condiciones para perseguirme a mí, aunque cabía la posibilidad de que me encontrara a los demás en el camino y por supuesto, me encontraba más segura, dentro de lo que cabía, con Riker. Seguramente me arrepentiría de mis propios pensamientos.

— Sasha, quédate con él. Yo tengo que ir a buscar a los demás —la voz de Enzo me devolvió a la realidad. ¿Cómo podía pedirme eso? ¿es que acaso iba a hacerle caso? ¿iba a quedarme con él? no. Ni loca.

Di un paso hacia atrás. Riker ya estaba acostado en la camilla hospitalaria que no sé si quería saber de dónde demonios la habían sacado, pero no pregunté nada. Él estaba con los ojos cerrados pero sabía que no estaba dormido porque su herida tenía toda la pinta de doler como nada. Una herida que no dejaba de sangrar por mucho que intentaran taponarla con toallas. Toallas que se teñían de rojo en apenas segundos.

Si seguía así, pronto se desangraría. Tenía que reconocer que a pesar de mi trabajo, jamás había visto tantísima sangre y me estaba dando cuenta de que no me gustaba nada. No me gustaba ni ver tanta sangre a mi alrededor ni el propio olor de ésta. Me mareaba.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora