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Riker en multimedia.

NOTA: Ya tenéis en mi perfil la nueva novela junto a la sinópsis y el prólogo. Espero que os guste, opinéis, comentéis, votéis... todas esas cosas, y sobretodo, espero que me digáis lo que pensáis sobre la idea que tengo en mente. No sé, si no llama demasiado la atención puede que cambie la trama, ya veremos. Gracias, amores, ahora sí, disfrutar del penúltimo capítulo D:

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— ¿Andrew? —la voz de Riker me llamó la atención, sabía quien era.

— ¿Conoces a mi padre? —le miré reprochándole que le conociese y no me hubiese dicho nada, aunque no tenía culpa ya que nunca le había hablado de él, pero el simple hecho de que conociese a ese hombre que resultaba ser el hombre que nos maltrataba a mi madre y a mí, hizo que un poderoso enfado creciese en mi interior.

— ¿Tu padre?

— ¡Sí!

— ¿Andrew es tu padre? —el mencionado nos miraba como un espectáculo sin pronunciar palabra. Yo tampoco quería que hablase.

— ¡Claro que es mi padre! ¿acaso llamas papá a alguien que no es tu padre? —lo miraba como si fuese lo más obvio, pero él parecía estar alucinando.

— Ya basta —la voz de Andrew nos calló a los dos y nos obligó a mirarle mientras movía la silla presidencial y se sentaba en ella, tras su mesa de despacho—. Sí, soy el padre de Sasha. Mi preciosa niña.

En ese segundo, odié por completo que me llamase así. Sentía ganas de gritar, golpear algo, destrozar aquella habitación por completo y sobretodo, necesitaba explicaciones y muchas, muchas respuestas. No parecía el mismo hombre que aparecía todas las noches borracho, ni siquiera vestía igual. Ahora llevaba un elegante traje negro y su pelo, ya blanco por la edad, bien peinado al igual que su barba canosa bien recortada. Los recuerdos inundaban mi mente y no podía sentir nada más que odio y dolor. Tener a ese hombre delante de mí no era bueno para mi cabeza, no cuando él estaba vivo después de destrozar nuestras vidas y mi madre muerta, tras sufrir el triple que yo, cuando era ella la que tendría que estar viva y no él.

— No te atrevas a llamarme así —Riker me miró, frunciendo el ceño y alternó la mirada entre mi padre y conmigo. No entendía muy bien lo que estaba pasando, aunque estaba claro que no teníamos la típica relación de padre e hija.

— Riker, te agradecería que nos dejaras solos. Mis hombres te acompañarán de nuevo a la habitación y te agradecería que no volvieses a intentar escapar —mostró una sincera sonrisa hacia él y Riker no estaba muy seguro de dejarme con él, incluso yo no estaba segura de quedarme con él a solas, no sabía como iba a reaccionar y me daba miedo mi espontaneidad. Podría lanzarme contra él aunque fuese mi padre, pero para mí, no lo era.

— No, él se queda —entrelacé los dedos con los de él y apretó suavemente, transmitiéndome seguridad.

— Sentaros, por favor —dijo, señalándome la silla de piel mientras él tomaba asiento. Riker tomó asiento y esperó que yo hiciese lo mismo, pero no quise.

— Estoy bien así.

— Por favor, hija.

— ¡No me llames así! —apreté los puños, intentando controlarme.

— Por favor, Sasha —se corrigió para contentarme a la vez que me señalaba la silla con la palma de la mano abierta. Se retocó la corbata gris y tras poner los ojos en blanco, me senté en la maldita silla.

Abrió uno de los cajones y se tomó su tiempo, porque tardó alrededor de seis minutos en encontrar lo que estuviese buscando. La sangre corrió con velocidad a través de mis venas cuando tuvo el valor de sacar una foto donde salíamos mi madre y yo. Me puse de pie y le arrebaté la foto de las manos.

RikerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora