18.

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Enzo en multimedia.

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Nelson Badelt. Ese era el nombre del principal asesino de la familia de Enzo. Tony Sanders y Bill Brown eran los dos secuaces que aparecían en las fotos con Nelson. Estaban en la lista, tenían que morir. En realidad, eran siete hombres más los que debían morir, pero esos no aparecían en ningún sitio y no tenía ni idea de su apariencia, así que sólo se centraría en esos tres, especialmente en Nelson. Ese tipo era el que realmente Enzo quería matar de alguna manera dolorosa y lenta que se le ocurriese. Llevaba demasiados años buscando y sólo hacía un mes y medio había dado con ellos, pero aunque estaba deseando encontrarse de frente con alguno, no había encontrado la oportunidad perfecta. Enzo era pequeño cuando ocurrió todo, pero no podía arriesgarse a que le reconociese. Seguía teniendo la misma cara, los mismos rasgos que entonces, era de esas personas que cambian muy poco de cara a lo largo de su crecimiento y no podía arriesgarse a echarlo todo a perder, pero ahora, con Emily, todo iba a ser más fácil.

No estaba al cien por cien seguro de utilizar a Emily y aceptar su ayuda. Ella se había empeñado en ayudarlo, pero no podía hacerla cargar con ese remordimiento de haber participado en un asesinato, no solo en uno, si no en dos. Ella jamás había matado a nadie y no podría soportar que ella le echase en cara aquello algún día, o ver cómo su consciencia la consume por haber hecho algo que iba en contra de ella y sus principios. Podía hacerlo solo. Le llevaría más tiempo, pero ya había esperado muchos años, por alguno más no pasaría nada. Todo con tal mantenerla a salvo.

— Emily, sobre lo que me dijiste hace cuatro días... es mejor que no tengas nada que ver en esto.

Ella resopló y se repanchingó en el cómodo sofá de esa casa en la que seguía viviendo con él.

— Ya hablamos de esto.

— Es que parece que no entiendes la gravedad de la situación. No tengo intención de hablar con ellos ni de arreglar las cosas, voy a matarlos, voy a cometer tres asesinatos por los que algún día sé que pagaré, pero necesito hacerlo para estar en paz con mi jodida alma. No puedo dejar que tú arruines tu vida por mí, por alguien que te tiene secuestrada y por alguien que en cierta manera, ha jodido tu vida, por alguien que no merece la pena. Por favor, reconsidera tu elección.

— No lo hago por ti, lo hago por mí. Lo que esa gente le hizo a tu familia y seguramente ha hecho a otras personas no puede quedar impune, y reconozcamos que, aunque yo sea policía, la justicia en este país va a tardar años y años en meterlos a la cárcel, si es que algún día entran en prisión —Emily apoyó los codos en sus rodillas y apoyó la cabeza en sus manos, tratando de encontrar las palabras correctas para hablar y convencer a Enzo, que seguía sin entender por qué quería hacerlo—. Yo también quiero estar en paz conmigo misma y si te dejo hacer ésto solo, si no te ayudo, si me quedo fuera... —no supo encontrar la palabra que definiera correctamente como se sentiría si no pudiese hacer nada.

Aquellas palabras removieron algo en el interior de Enzo. Tal vez lo correcto fuese dejarla participar en aquel juego macabro, dejarla entrar de lleno en la mierda en la que él estaba sumergido, pero algo le decía que no, que no la dejase hundirse con él porque en algún rincón de su interior sabía perfectamente que no volvería a ser la misma y no podría soportarlo. No podía hacerle eso, se sentía tan responsable de ella, tan protector, tan necesitado de su vitalidad, de su naturalidad, de su sonrisa y de ella que no podía, pero tampoco podía darle otra negativa, porque sabía lo terca que era y lo pesada que podría ponerse, algo que le irritaba y le encantaba de igual manera, así que planeó un plan para hacerlo sin que ella supiese nada.

— De acuerdo. ¿Quieres ayudarme a acabar con ellos? Perfecto, pero hay que planear como hacerlo. Iremos a por ellos dentro de ocho días.

— ¿Por qué ocho días?

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