Carta 2

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Drugstore Perfume, Gerard Way.


Querida Edurne,

¿Qué tal tu primer día de curso?

El mío fue terrible, pero aun así no tanto como hube pensado en un principio, lo cual es algo positivo, ¿no?

Supongo que querrás detalles, no quiero decepcionarte, así que aquí están:

Mis padres me dejaron en frente del instituto, me dieron ánimos y volvieron a poner el coche en marcha.

Aunque había llegado diez minutos antes, aquello estaba abarrotado; por eso a duras penas pude ver la lista. Tras varios empujones, advertí que iba al D, y no era la única; Sonia iba a mi clase. Mierda.

Sí, en efecto, eso fue lo que pensé. En esos momentos lo único que me preocupaba (o que, al menos, me preocupaba de forma inmediata) era Sonia.

No tengo conciencia de que sepas que no habíamos vuelto a hablar desde que me dijo lo que me dijo...

¿Me dolió? Sí.

¿Sé que ella siempre ha sido así y que, si no hubiese hecho eso no sería ella? Sí. No la excusa, pero... sí.

¿Lo hace aposta? No, no se da ni cuenta. Como digo, lo lleva en el ADN.

¿La he perdonado? Creo que sí, pero no me voy a volver amnésica de repente.

¿Como debía actuar entonces? No tenía ni la más remota idea. Supongo que eso era lo que me asustaba. Nunca se me ha dado bien improvisar, y tú lo sabes.

Encontré a duras penas mi clase (me conoces, y estoy segura de que, habiéndome visto con tus propios ojos perderme en los aseos de un centro comercial, sabes, con una total certeza, que nunca he tenido la más mínima capacidad de orientación).

El caso es que entré, y todo estaba ocupado. Bueno, vale, no todo, quedaban sitios al lado de otros compañeros, pero... ¡Me daba mucha vergüenza sentarme a su lado! Sí, por muy infantil que suene. Debes comprender que nunca se me ha dado bien hacer amigos. Solo se me da bien conservarlos... (Y dentro de poco, ya ni eso...). Al final me senté al lado de una chica morena, que después descubrí que se llamaba Lucía.

Por suerte, nuestra... amargada (por decirlo amablemente) tutora no me iba a dar clase en la vida, puesto que daba matemáticas y yo era de letras puras. Ya estaba dándome la enhorabuena mentalmente cuando Sonia empezó a hablar conmigo. Al principio no supe cómo hacerlo, pero al ver que ella actuaba como si nada hubiese pasado, yo hice lo mismo, y sí, fingí, pero era una gran forma de sentirme algo menos nerviosa y de, al fin y al cabo, no quedarme sola en el recreo.

No me arrepiento de lo que hice.

La mañana transcurrió como un día normal de curso.

Sonia me presentó a una tal Evangeline (una chica a la que ella ya conocía). Era muy maja, o al menos eso me pareció (el tiempo lo dirá). Los demás profesores también fueron muy agradables.

¿Sabes lo malo? De vuelta a casa, exultante de lo bien que me había ido aquella mañana -comparándolo con lo que en un primer momento hube pensado-, vi a nuestras amigas desde la ventanilla del coche. Estaban riéndose. Pasé fugazmente a su lado, pero esa imagen fue suficiente. Me sentí mal y rara, como si sólo pudiese ver su realidad a través del cristal, pero no poder pertenecer a ella. Como si nunca hubiese sido su amiga. Me clavé las uñas en los muslos para no llorar.

Espero que te haya ido genial tu primer día de curso allí. Te echo de menos, pese a no haber sido muy cercanas, eres, después de todo, mi amiga y, si sirve de algo (ya, ya lo sé, no tiene mucho que ver ahora, pero si no te lo cuento en el momento, me olvidaré) creo, sinceramente que lo que nos faltó para lograr esa "cercanía" fue tiempo.

No sé cuándo volveré a escribir.

Te quiere,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora