Iris, Goo Goo Dolls.
Querida Edurne,Una gota de agua se rompió en mis labios, un suspiro en mi corazón, un pensamiento en la mente.
Me camuflé con el muro de ladrillo y, enrojecida, mi piel pareció fusionarse con la angustia que vivía en aquel momento.
La gente caminaba y hablaba a mi alrededor, y yo me preguntaba por qué nadie parecía verme... Me di cuenta de que la razón era que yo misma me camuflaba; mi personalidad algo introvertida, mi forma de pensar y ver el mundo me eliminaba de la visión de los otros. ¿Aquello estaba mal? No, claro que no. A mí... a mí me gusta cómo soy.
¿Por qué a nadie de todo el instituto le gusta, entonces?
Acababa de salir de mi última sesión con el psicólogo, caminaba con los cascos puestos y la música alta, como siempre. Dejé que la melodía embriagase mi alma y mis pasos fueron tomando el ritmo de esta. No quería irme a casa, quería perderme; perderme para poder encontrarme.
Nada parecía real, vivía en un cuadro, en un mundo de sensibilidad y belleza absoluta, pero que, sin embargo, podía rasgarse de un momento a otro.
Llegué a la fuente del parque más lejano a mi casa y mojé mis manos, las cuales me pasé por la nuca. Una gota de agua se rompió en mis labios, un suspiro en mi corazón, un pensamiento en la mente.
"¡Pero qué demonios...!" pensé. Sabía quién era y quién quería ser. Mas el mundo que me rodea es demasiado frágil; todo está hecho para romperse. Algo se movió dentro de mí; una nueva angustia cuyo sabor nunca había llegado a probar: mezcla de deseo, impulso, necesidad y miedo de que aquello que quieres contar, finalmente, caiga en el olvido.
Tenía que decirle a alguien quién era en realidad, tenía que contarle a la persona más cercana en aquel momento lo que pensaba de mi propio ser.
Volví al muro y le llamé.
Le dije a Ryan quién era; quién soy, en definitiva.
Soy un lacasito.
Me presento de diferentes colores, pero mi interior siempre es dulce, un interior que muchos juzgan sin saber que hay debajo del colorante que llevo puesto, sin escarbar debajo y ver quién soy: solo una chica. Una chica creativa y algo más tímida de lo normal que quiere ser amada por los demás.
Acabó oscureciéndose allí donde se alzaba el muro y le supliqué que siguiese hablando conmigo. Le prometí que le mantendría informado de mi realidad y él me prometió no dejarme sola nunca más; uno de los pocos que le dio una dentellada al pequeño lacasito.
Le confesé que tenía ganas de llorar. Acarició mi mejilla -podría jurarlo- y me dijo que ya había sangrado lo suficiente como para saber que estaba viva.
Me aconsejó que dejase de preocuparme, que saltase el muro y entonces viese a dónde me lleva el camino.
La mujer de los múltiples nombres,
Amanda.
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Hola Ryan
SpiritualAmanda se siente sola. Se resguarda en la música y en las cartas que le escribe a su amiga Edurne, quien se ha mudado de forma reciente. Un día comienza a oír a Ryan, una voz en su cabeza. Un cuervo grazna y la nieve se cierne sobre ella aún más ver...