Carta 29

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Home, Rhodes.


Querida Edurne,

Dicen que mirar el cielo te hace sentir infinito, pero ¿y si fuese solo una imagen de un puzle? ¿Y si pudiese alargar la mano y quitar una de sus piezas? ¿Seguiría sintiéndome del mismo modo? ¿Sería igual de eterno, igual de bello?

Puede que no, ¿verdad? Debería volver a colocar la pieza en su sitio... Pero... ¿qué pasaría si creyese haberla perdido?

¿La he perdido?

Salté aquel muro para encontrarla; para encontrar mi camino a casa.

Mientras mi corazón palpitaba con velocidad y oía el ritmo de mi sangre retumbar en mis oídos, caminé con decisión, intentando convencerme a mí misma de que sabía a dónde me dirigía. Estaba nerviosa, aterrada como un corderillo balando antes de desplomarse, muerto, en silencio contra el suelo.

Adónde iba, no lo sabía.

Era de noche y el frío viento, viendo mi carga, robó mis secretos, llevándoselos a las estrellas que susurraron con la voz de Ryan que siguiese con mi viaje.

Cuando el día alumbró los pasos que había dado hasta perder de vista la barrera que superé (aquel grueso muro) sonreí pese a no tener ni idea de dónde estaba. Supongo que de alguna manera estaba perdida y encontrada al mismo tiempo.

Había ya pasado tanto tiempo desde que salí del mar...

Ahora estábamos a mediados de mayo y no podía ver la hora de terminar el curso y darle la bienvenida a las vacaciones de verano.

Estaba en el hall, comiendo sola como de costumbre y una chica de la clase de al lado se sentó a mi lado. La saludé y, no sé cómo, terminamos hablando largo y tendido.

Ryan tenía razón, solo tenía que enfrentarme a mis problemas. Creo que he encontrado mi camino. Creo que el malva de aquel amanecer del cielo ha vuelto a mi bolsillo. Espero poder hacer que encaje.

"Gracias Ryan por llevarme a casa" dije antes de quedarme dormida sobre una de las nubes de aquel difuminado sinfín de colores.

Regresando a mi hogar,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora