Carta 26

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You're all I have, Snow Patrol.


Querida Edurne,

Ryan estuvo llorando hasta altas horas de la noche. Me asusté mucho. Al principio no sabía qué hacer, qué decirle para calmarle. Luego pensé que quizá se había hecho daño, pero... ¿cómo puede hacerse daño una voz?

Siguió con su llanto y tuve ganas de estrujarle entre mis brazos para hacerle entender que todo estaba bien (aunque ni yo misma estuviese segura de aquello).

"Hey, me estoy empezando a preocupar... ¿Te ocurre algo?" le dije en un débil susurro.

Durante unos instantes no hubo respuesta, pero acabó disculpándose por haber importunado mi sueño. Reí sin poder evitarlo. ¡Cuántas veces le habría robado el sueño yo a él!

"No lo sientas. Venga, cuéntame que te pasa, quizá pueda ayudarte..." dejé que la oración se perdiese como un hilo negro en una oscura cueva.

"Déjame curarte cómo tú hiciste conmigo" añadí, casi de forma inconsciente.

Sentí cómo una fuerza invisible se despegaba de mí y se acurrucaba conmigo en la cama; pasé la mano por donde creía que estaba, pero solo seguían estando las frías sábanas donde la manta no las cubría.

Mi corazón se paró por unos breves instantes, debido a la emoción contenida. Cuánto hubiese deseado tenerle de forma material allí a mi lado. Estaba tan triste y tan solo...

Me recordaba a mí, hace unos pocos días; uno se sentía como una mierda.

"Tenía que oírte una última vez" dijo y el aire de la habitación pareció evaporarse.

"Por favor, no te vayas" recuerdo que le supliqué y mis lágrimas mojaron la almohada.

"Necesito ayuda Amanda, y... No tengo a nadie" me confesó y aparté las sábanas de una patada, enfadada. «A nadie», decía... ¿Y yo?

"Me tienes a mí" murmuré, dolida. Solo dime qué necesitas.

Y lo hizo, no inmediatamente, pero lo hizo.

Me dijo que quería una conexión con el mundo para no volverse loco, para no perder su propia conciencia.

Entonces un vacío se excavó en mi pecho. ¿Por eso había vuelto? ¿Acaso no era más que una herramienta para él? Entonces, como si me estuviera leyendo el pensamiento, me susurró, sintiéndose igual que si estuviese acercando sus labios a mi oído: "Eres lo único que tengo. Gracias por ser mi amiga".

Aquellas palabras resonaron durante semanas, y últimamente están siendo el único combustible que parece mantener mi motor en marcha.

Ahora hablamos más que antes. Le mantengo informado de todo. Dice que le gustan las descripciones que hago y yo sonrío, pues de un modo extraño, llego a sentirme orgullosas de ellas; orgullosa de mí.

El gran interrogante de siempre sigue despierto, pero ya no me importa lo más mínimo si realmente Ryan existe o no. ¡Qué más da si uno muere soñando o despierta muerto!

Te quiere,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora