Carta 21

70 6 2
                                    

In the in crowd, Mitchel Musso.


Querida Edurne,

¡Excursión! Simplemente con nombrar la palabra te emocionas y más si es durante el horario escolar, ¿no? Al menos eso es lo que siempre sucede y esa vez no fue diferente: Hace un mes, mi profesora de lengua anunció una visita a la casa de Cervantes y toda la clase la vitoreó. Luego, como si siguiéramos siendo niños pequeños, a lo largo de la semana se iba decidiendo quién iba con quién en el autobús.

En su momento ni lo pregunté, di por sentado que iría con Sonia o con alguna de las Koalas, pero los días anteriores a la excursión me entró el pánico. No hace falta ser Sherlock para saber que lo que había pensado no iba a suceder y que me quedaría sola en el autobús.

¿Qué pensarían de mí? ¿Con quién pasaría el resto de la mañana?

Creo aquella noche empecé a hiperventilar en la oscuridad ya que cada vez estaba más próxima a la luz de la mañana y al desastre que caería sobre mí.

Ryan no apareció para consolarme -sigue desaparecido- así que después de llorar un rato, me limpié los ojos y me dije a mí misma lo que Ryan me hubiese dicho en ese momento: "Tranquila. Piensa en algo, seguro que puedes con esto". Gemí al recordar cómo debería continuar la oración; "Yo estoy aquí".

No, no estaba, ya no.

No puedo seguir hurgando en la herida, no puedo seguir haciéndome daño.

Al día siguiente me junté con Rebeca, María y Jimena, unas chicas muy majas cuyo único fallo es... bueno, hay más de uno: llegar tarde y fumar mucho -sabes que el humo me pone enferma-. Todas esas cosas juntas creo que me hicieron sentir incluso más incómoda. Poco a poco, la pequeña esperanza de encontrar un nuevo grupo se apagó como si se tratase de una de las colillas de sus cigarrillos. Cada vez que apagaban uno, cada vez que el tiempo pasaba, me sentía más cohibida y fuera de lugar.

No encajaba y te juro que lo intenté; hablé de libros (pues a ellas y a mí nos encanta leer) y de poesía, en fin... de un montón de cosas, pero no... no era yo en el grupo, ¿sabes? Más bien era yo y el grupo.

Llegué a casa y lloré, dejándolo ir, dejando la angustia de no encontrar mi sitio en el mundo caer sobre la colcha de mi cama, tal y como la vida me había hecho caer a mí tantas veces.

Sin embargo, hoy lo veo todo desde otra perspectiva: ayer no fracasé, no del todo. Salí de mi círculo de confort e intenté hacer amigos, dejando a un lado mi timidez; y eso Edurne, es algo bueno, ¿no?

Debo mantenerme fuerte y a flote, ser mi propio salvavidas. No puedo permitirme el lujo de hundirme otra vez, simplemente no puedo.

Quizá no necesite a nadie, quizá yo lo soy todo y no debo ponerme barreras. Soy capaz de estar sola, de superar esto; de seguir nadando.

Lo único que me preocupa es que una ola gigante me vuelva a pasar por encima y me deje desconcertada y sin aliento.

¿Qué tal van las cosas por allí?

Espera escribirte pronto,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora