High Hopes, Kodaline.
Querida Edurne,
Sé que han pasado dos meses desde la última vez que te escribí, lo siento.
Como supondrás, tengo mucho que contarte.
Para empezar, decirte que estoy yendo al psicólogo tres veces al mes y... sí, en efecto, tenía ataques de ansiedad.
Me han mandado hacer una serie de ejercicios, pero tranquilizarme me resulta realmente difícil.
Respirar profundo e intentar pensar en otra cosa mientras mi corazón se encoge angustiado hace que me sienta dentro de la canción Breathe de Rhodes. Me veo a mi misma en una camilla de hospital, muriéndome, pero hay alguien encima presionando mi pecho, intentando marcar el pulso de mi corazón, intentando que todo vaya bien. Me despierto entonces de mi aturdimiento mental y hago correctamente el ejercicio.
Respiro profundo y lento, pero incluso así es complicado: volver a estar normal va a ser duro. Intentar mantener la calma es duro; aunque... ya sabes, yo sigo intentándolo.
Lo siguiente que tengo que contarte es la decisión que he tomado respecto al rumbo que va a tomar mi vida.
¿Te acuerdas de que, en la última carta que te envié, tracé un plan? Bien, pues después de haberte escrito, cambié de parecer (no quería perderlas tan pronto). Sin embargo, volví a cambiar de opinión la semana pasada.
El caso es que volvimos a quedar y dejé de mentirme a mí misma diciéndome que todo era igual que el año pasado. Las observé desde el sillón, mi mirada se posó en cada una de ellas. Todavía recuerdo como me picaron los ojos, ese escozor que anunciaba la inminente llegada de las saladas lágrimas; aquellas, que por suerte y tras poner mucho empeño, no llegaron a asomarse de mis, levemente enrojecidos, ojos.
Fue en ese preciso instante cuando tomé una decisión:
Puse una estúpida excusa, cogí mi bolso y me fui de allí. Cuando llegué a casa me encerré en mi habitación, me tiré encima de la cama y permití que, silenciosas, las lágrimas recorriesen mis mejillas.
Mi pecho subía y bajaba con rapidez, mis pulmones seguían funcionando, pero yo me ahogaba. Intenté respirar como me habían enseñado, pero no podía (lo cual me puso aún más nerviosa).
La verdad es que fue un espectáculo ridículo (doy gracias a que mis padres no estuviesen en casa), nunca me había puesto tan histérica.
Por otro lado, estuvo bien. Tenía que dejarlo ir, echar afuera todas mis preocupaciones y todo ese sufrimiento. Dejar que volasen como pájaros en una soleada tarde de verano, como mariposas que revolotean nerviosas en el primaveral crepúsculo. Dejar que con sus alas borrasen palabras y pensamientos amargos mientras quedaba envuelta en una nube coloreada de un pálido blanco.
Llegó un momento en el que mi cuerpo no pudo más y paré de llorar. Estaba muy cansada, aun así, parecía que todo aquel llanto y aquella agua salada habían limpiado mis ojos y vi las cosas más claras que nunca: debía dejarlas, debía olvidarlas de una vez por todas (aunque me doliese).
Debía empezar una nueva vida, aunque eso me rasgarse el alma.
Fueron todas estas razones las que me hicieron seguir adelante con el plan ya establecido.
Comencé diciéndole a Abril que en el supuesto caso de que las olvidase o ellas me olvidasen, les pusiese la canción The Light Behind your Eyes, y les dijese de mi parte que las quería.
La segunda parte del plan es más difícil y lleva mucho más tiempo, pero... estoy en ello. Ya hace un mes que no quedo con ellas y no precisamente por qué no pueda, tampoco porque no quiera; en fin... lo más seguro es que te parezca una tontería, pero... simplemente sé que evitarlas es lo mejor que puedo hacer.
Tengo grandes esperanzas.
Deséame suerte,
Amanda.
P.D: No dejaré que pase tanto tiempo hasta que te vuelva a escribir, realmente necesitaba hablar contigo, era algo casi imperativo.
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Hola Ryan
SpiritualAmanda se siente sola. Se resguarda en la música y en las cartas que le escribe a su amiga Edurne, quien se ha mudado de forma reciente. Un día comienza a oír a Ryan, una voz en su cabeza. Un cuervo grazna y la nieve se cierne sobre ella aún más ver...