Carta 17

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Let it all go, Birdy + Rhodes.


Querida Edurne,

Mis ramas crecen y el río me proporciona toda el agua que pueda necesitar.

Antes, de vez en cuando, alguien me apagaba la luz y volvía a tapar mi jaula con una tela oscura. Aquello duró poco, por suerte.

Quedé (poco después del concierto de Hozier) con las chicas y... lo vi claro.

Una hoguera se encendió en mi corazón; de repente, esa sensación de ardor en mi pecho; de nuevo, esas ganas e impotencia de no poder llegar a sentirme plena.

El fuego iluminaba el interior de la jaula, pero no podía ver las estrellas, no podía ver nada: alguien la había vuelto a tapar con algún tejido.

Podía calentarme las manos, podía sentir sus risas y su amistad. Pasamos un buen rato.

Entonces... ¿por qué no me sentía exactamente como se supone que tendría que sentirme?

Cogí la tela, furiosa, y tiré de ella; tiré de ella hasta hacerla caer.

Cuando esto sucedió, se desplomó sobre las chispeantes llamas, prendiéndose y desapareciendo bajo el tacto del rojo ardiente.

Todo el suelo ardió; mi corazón se incendió de un sentimiento indescriptible.

Aquella amistad no era la que manteníamos antes. Era bonita, llena de color... pero una chica gris no encajaba del todo.

Quizá había cambiado yo, quizá me perdí el momento en el que ellas cambiaron sus decolorados trajes, pero yo no pertenecía allí.

Ahora lo sé.

Debería de haberme sentido mal, debería haber gritado, histérica, pero no sentí eso; sólo sonreí. Observé cómo el fuego lo consumía todo a mi alrededor, hasta dejarlo reducido a diminutas cenizas.

Me di cuenta de que, obligatoriamente, una despedida no tenía por qué ser dolorosa.

Las quiero mucho y son una parte de mí, al fin y al cabo, pero... no hay un camino correcto o incorrecto. Todo este tiempo he estado completamente equivocada.

No tenía que elegir, solo tenía que dejarme llevar.

Tras los primeros rayos de sol, la mañana entró por los barrotes de la jaula, los cuales terminaron por derretirse, dejándome libre.

Corrí hacia el río y me sumergí, descalza, en el agua. No tenía miedo, ya no.

Permití que la corriente me llevase a un punto perdido en lo eterno. Comprendí que de nada valía preocuparse por cosas que aún no habían sucedido.

Edurne, ¿alguna vez te has fijado en el ruido que produce el hielo al romperse cuando está en contacto con una bebida caliente? Ese, es el sonido de la libertad.

Por fin libre,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora