Carta 13

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Another Love, Tom Odell.


Querida Edurne,

Desgraciadamente, se han terminado las vacaciones de Navidad y mi vida vuelve a tomar el mismo tono monótono: dormir poco, ir a clase, comer, hacer deberes, estudiar, asistir a clases particulares de inglés y francés...

Los recreos con Sonia son, si cabe, aún más incómodos. Ya no sabemos ni qué decirnos, qué hacer para fingir nuestra mutua amistad. Así, pues, nos limitamos a coger nuestros respectivos móviles.

Por una parte, está bien, pero por la otra... albergaba la esperanza de poder hacernos amigas (realmente) este segundo trimestre.

No creo que sea posible.

Últimamente solo hablo contigo, con Abril y... bueno, con la voz de mi cabeza (aunque, a esta última, tan solo le he dirigido la palabra para mandarle literalmente a la mierda por resultar tan pesado).

Me siento muy sola, la nieve se cierne sobre mí en forma de avalancha y me da miedo el hecho de quedarme enterrada; me da miedo quedarme anclada al invierno perpetuo.

Si pensaba que la rutina me iba a sacar de este aletargamiento, estaba equivocada; todo me parece un sueño sin sentido. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué yo y no otra persona? ¿Quién soy?

Antes podría haberme descrito como una chica tímida, la cual rápidamente se hace invisible a los ojos de los demás; aunque era una chica con varias cualidades: me gustaba pintar, leer y escribir. Ahora no me satisface ninguna de estas actividades, las encuentro ciertamente tediosas (incluso me está costando escribirte ahora mismo). Es como si copo a copo, éstos hubiesen apagado una vela grande dentro de mí, penetrando en mi cuerpo.

Mi piel está fría, ¿qué más puedo hacer para intentar sentirme viva? ¿Qué más puedo hacer para sacudirme esta nieve?

Quiero llorar, pero no puedo, alguien me ha cosido los ojos. Todas mis lágrimas debieron haberse gastado cuando lloraba desde el centro del laberinto.

Canto, imitando al blanco pájaro, pero mi voz suena ronca; puede que mi melodiosa voz me abandonase al tomar este camino.

Me hago una pelota en el suelo y me revuelvo contra toda su blancura, pero no pasa nada.

"Nada" Esa palabra retumbó en su propio vacío y sacudió mis pensamientos de forma sobrehumana. Así que... ¿ya lo había descubierto? No debía castigarme por nada de aquello. Intenté perdonarme, volverme a amar como había solido hacer tiempo atrás; pero... ¿cómo?

Quizá deba quedar con las chicas ahora que me he dado cuenta de mi error.

Quizá sean ellas la respuesta.

En busca de mi antiguo fuego,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora