Carta 8

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Running with the wolves, Aurora Aksnes.

Querida Edurne,

Siempre me resulta difícil empezar a escribir estas cartas, sobre todo ahora, cuando sé que lo que voy a decirte va a sonar a locura.

Ya hace una semana que me pasa lo mismo. Lo oigo en mis sueños, es una voz histérica que me pide ayuda; cada vez más alto, más alto, más fuerte.

Estoy asustada, últimamente ya no le oigo solo en mis sueños, ahora ese hombre llora a la luz del día y a mí se me encoge el corazón.

¿Estoy loca? ¿Qué me está pasando? Estoy haciendo todo lo que me dice el psicólogo... ¡DIOS! ¡¿QUÉ ME ESTÁ SUCEDIENDO?!

¿Es acaso mi voz? ¿Es acaso mi propia mente, mi propia conciencia la que llora? Últimamente he estado muy estresada... Sí, puede que sea eso. Tiene que ser eso.

Lo siento, no debería contarte estas cosas, acabarás preocupándote tú también.

A veces todo es tan extraño... La Tierra se encoge y el oxígeno se evapora, y yo me hundo, como si anduviese sobre arenas movedizas: cada movimiento es una premonición de mi fin.

El psicólogo dice que me menosprecio, pero eso es mentira. Yo siempre intento animarme a continuar, lo que pasa es que hay momentos en los que mi voz se hace débil.

Me dicen que tengo que luchar, pero, siendo sincera, la guerra desgasta y acaba incluso con las palabras bellas encerradas en un corazón ya marchito.

Pero es normal, ¿no? Estoy tan cansada que las voces en mi cabeza gimen de dolor, intentando llamar mi atención.

Solo tengo que respirar hondo y dormir un poco más; correr con los lobos de mi mente que aúllan cada noche y plantarles cara. No hay nada que temer, pronto todo esto acabará.

Me encantaría volver a ver a las chicas y contarles a ellas lo que me pasa, pero no puedo, va a ser peor. Tengo que continuar con mi plan.

¿Edurne, dónde estás cuando te necesito? No tengo a nadie más, estoy sola y lo soy todo: soy la única que puede acallar los gritos, soy la única que puede solucionar mis problemas.

Hay días que me siento como una bandera agitada por el viento. Éste me baja, me sube, me arruga y ondea y yo no sé a dónde me dirijo. Sin embargo, permanezco sujeta a un mástil y nadie puede verme caer y lo que es peor: siempre tendré que mostrarme como me pintaron, nunca como quise ser.

Te quiere, la bandera agujereada pérdida en el azul del océano,

Amanda.

Hola RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora