After the fall, Kodaline.
Querida Edurne,
¡Feliz Navidad!
Sé que llega tarde, pero quería esperar hasta estas fechas para volverte a escribir. Han pasado muchas cosas desde la última vez y esperaba el momento propicio para escribirte sin exámenes, ese en el que parece pararse el tiempo entre luces de colores.
Esperaba que en estas fechas me sintiese algo más feliz, pero supongo que fue simplemente una especie de espejismo. Aun así, supongo que no está mal descansar un poco e ir despegándose de la rutina: de los deberes, de los exámenes y de los recreos junto a Sonia en aquel banco verde del hall...
Una semana antes de que nos diesen las vacaciones, sin ningún motivo aparente, me miró y empezó a hablar de lo deprimida que estaba, de que ella se había cambiado de instituto para, en cierto modo, cambiar de vida; pero todas sus esperanzas se habían roto como el frágil cristal que cae, veloz, contra el suelo.
No pude evitar sentir compasión por ella, a fin de cuentas, se encontraba igual que yo: sola, sin amigas.
"Aquí todo el mundo es agradable, pero nadie va más allá " me dijo. Asentí, sabía a que se refería.
A estas alturas de la conversación, yo me sentí lo suficientemente cómoda como para aportar datos que Sonia, hasta entonces, desconocía. Ella pareció entenderme y me recompensó con nueva información. Con una asombrosa e increíble nueva información: ella llevaba sintiéndose fuera de lugar durante años, de ahí que desease un cambio. Quién lo iba a decir, ¿eh?
Fue reconfortante tener a alguien que, de repente, parecía cercano a mí. Hablar con alguien de mis problemas y comprobar cómo su cabeza se meneaba de vez en cuando hacia delante y hacia atrás.
De pronto, no me sentí tan sola.
Por otra parte, supongo que también tuve la vaga y vana esperanza de que eso pudiese mantenerse; no tardé en darme cuenta de que las bolas de un reluciente tono dorado pueden caerse del árbol de Navidad, llevándose consigo toda aquella ilusión que albergaba mi alma.
Me percaté de que estaba nadando en aguas frías y que una capa de hielo me haría, tarde o temprano, resbalar. Até cabos y lo vi claro: Sonia sólo se estaba sincerando conmigo en un momento de desesperación, no era mi amiga, no me quería; ya me lo dejó bien claro a principios de curso cuando estableció su plan "empezar de cero". En cuanto alguien la integrase, ella se iría, sin preguntarse quién seguía sentada en aquel banco en el que ella estuvo un día.
Fui una ilusa; hubiese estado bien que alguien me lo recordase el día que le conté que no sabía si debía ir a la cena de Navidad con las chicas y otras personas más o menos afines a nosotras.
El problema era, en primer lugar, que no tenía vestido y tenía miedo de no estar a la altura. Todas parecían entusiasmadas con sus conjuntos y... sí, es estúpido, pero... tenía miedo, una vez más, de no encajar.
En segundo lugar, no sé si recordarás que el año pasado celebrasteis una cena de fin de curso, en la cual, por un error, yo no estuve en el grupo de WhatsApp y no me enteré de nada hasta esa misma tarde cuando las chicas empezaron a hablar de ello.
Como podrás recordar, no fui. Estaba triste y no tenía tiempo para prepararme. Sé que creían que yo estaba en el grupo y sé que no fue su culpa de que, otra vez más, se olvidasen de mí, pero... me dolió que siempre fuese yo (a posta o sin querer) la invisible.
Por lo tanto, nunca había acudido a una cena de ese calibre. Todo ello incrementaba mis nervios y sumándole lo "bien" que se me da socializar con gente a la que apenas conozco, es normal que tuviese dudas de si ir, o no, era lo correcto.
Finalmente, Sonia me instó a asistir y secretamente se lo agradezco (aunque minutos después me arrepentí de habérselo contado a alguien que, a la primera de cambio, me dejaría tirada).
Me lo pasé muy bien, de verdad, ojalá hubieses estado allí para verme con mi vestido negro con escote en V, ¡incluso me pinté los labios!
¡Abril se puso falda! ¿Te lo puedes creer? ¡Falda, ni más ni menos! Todas estaban espléndidas.
Por una noche me olvidé de la promesa que me había hecho a mí misma y disfruté de su compañía, de sus risas y miradas cómplices mientras hablaban.
Sin embargo, cuando llegué a casa mi euforia desapareció, como si aquellas paredes la contuviesen. Me desplomé en la cama y lloré silenciosamente mientras la casa entera dormía. Me puse a pensar y me pregunté si de verdad quería esto, si quería perder para siempre a las chicas. Titubeé. ¿Estaba segura? No, no lo estaba.
¿Por qué hacía eso, entonces? Ya sabía que respuesta iba a dar, llevaba defendiéndola meses.
Aquello no tenía ningún sentido, ¿de verdad me creía aquello, o se trataba de una artimaña para intentar mantener mi conciencia tranquila?
Me serené por unos breves instantes y luego volví a llorar con más fuerza ¡Qué confuso era todo!
Eran las dos de la mañana, mi almohada estaba mojada, mi cara colorada y mis ojos parecían estar hechos del mismo color que mis mejillas. Seguía llorando, aunque ya no recordaba el por qué. Hacía frío afuera, pero allí, en mi cama, resguardada bajo el grueso edredón, la temperatura era agradable. Sólo se oía el ir y venir de algunos coches, así como el crujir de los árboles mecidos por el viento.
Podría haberme quedado dormida, podría haber tarareado una canción mentalmente para ayudarme a conciliar el sueño, podría, también, haber olvidado como la angustia me mordía el cuello y como mi corazón latía apesadumbrado en una inmensa oscuridad, sabiendo que esa sería la última vez que quedaría con ellas. Pero no pude, pues oí algo más que los ladridos de los perros provenientes de la casa de enfrente, oí la voz que hacía semanas que no había vuelto a oír. Pegué un bote y reprimí un grito.
"¿Estás bien? " preguntó y yo no supe qué responder. Me quedé mirando a un punto negro infinito, tratando de volver a respirar con normalidad, tratando de convencerme de que no estaba volviéndome loca.
Mi familia ha venido de visita y me mantengo ocupada; mas de vez en cuando, dejo de oír el constante parloteo de mi familia y vuelvo a perderme en mis pensamientos. He llegado a la conclusión de que necesito un cambio en mi vida, uno a mejor.
"Mejor", qué palabra más extraña, ¿no crees?
La próxima semana tengo psicólogo, ya te contaré como va todo.
Te quiere,
Amanda, la loca.
P.D: ¿Qué tal tus navidades?
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Hola Ryan
SpiritualAmanda se siente sola. Se resguarda en la música y en las cartas que le escribe a su amiga Edurne, quien se ha mudado de forma reciente. Un día comienza a oír a Ryan, una voz en su cabeza. Un cuervo grazna y la nieve se cierne sobre ella aún más ver...