Dulce Navidad.

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Capítulo 39.

Al fin era Nochebuena, había esperado demasiado para ésta noche. En otras ocasiones odiaría estar sentada en una mesa enorme y sólo ver a mi mamá al otro lado de la mesa, sentada comiendo pavo.

Ahora estaba todo mundo ocupando un lugar. Mi mamá estaba a la cabeza de la mesa con una gran sonrisa pintada. Le seguía Elena, a un lado de ella estaba Matt, enfrente estaba Rider a un lado de él una sillita para Danny, después Elliot y enfrente, a un lado de Matt, estaba yo.

Me sentía bien, las cosas cambian de un momento a otro. Se sentía un buen ambiente navideño, eran momentos que no quisiera que terminaran nunca.

-¿Y su familia? -preguntó mamá mirando a cada chico sentado ahí.

El primero que habló fue Rider.
-Nuestros padres salieron rumbo a casa de nuestros abuelos -señaló también a Elena.

Mi mamá asintió. Era algo raro verla de esta manera.

-No creo que toda mi familia note que no estoy ahí, se reunieron en mi casa -Se encogió de hombros Matt con una sonrisa triste. Tomé su brazo para brindar algo de apoyo.

-Danny y yo pasaremos fiestas juntos nada más -Elliot habló con una sonrisa genuina.

Mi mamá le sonrió ampliamente, quizás después de todo no le desagrade tanto. A ella suelen caerle mal muchas personas, no; no sé por qué. Es algo... especial.

-Bueno jóvenes, siéntanse libres de visitarnos todas las veces que quieran. Jess y yo nos sentiríamos felices por ello... ninguna familia es perfecta, pero todos nosotros intentaremos serlo, ¿okay?

Bien, ¿quién le dio whiskey a mi mamá? No parecía ella misma.

Y después de eso nos obligó a comer como mil platos de su comida que realmente estaba deliciosa.

**

Me sentía bastante feliz, estaba caminando en la orilla del mar cuando algo lo interrumpe delicadamente.

Por algo me refiero a alguien, mejor conocido como Elliot.
Por delicadamente me refiero a él sarandeándome hasta que abro los ojos.

-¡Es Navidad Jessie! -Y corrió como niño pequeño fuera de mi habitación gritando es navidad.

Al parecer era el más emocionado... supongo que no debería decirle que está en una casa que no es suya y que probablemente no le den ningún regalo.

Con bastante dificultad me levanté de la cama, fui al baño e hice todo lo necesario para después bajar con mucho sueño. Vi la hora que era y bueno, las nueve de la mañana aún era temprano para mí.

En el primer piso ya se encontraba todo mundo con hot cakes en un plato, comiendo, en la sala.

Donde... ¡Había regalos! ¡¿Por qué había regalos?!

Me quedé plasmada en medio del lugar hasta que Elliot me atrajo hasta él. Maldito labio perforado.

Sí, lucía tan bien en pijama y con el cabello aún más revuelto que, aunque suene raro o enfermo, quería lanzarme a besarlo sin importar nada.

Pero me contuve, mi mamá de seguro me reñiría hasta que tuviese treinta.

La primer persona en tener un regalo enfrente fue el pequeño Danny. Una caja envuelta de color azul estaba brillando. Danny movía sus bracitos y soltaba risillas contagiosas.

Su hermano le ayudó a abrirla (con ayudar quiero decir, lo abrió sólo él) hasta que dentro, había un carrito a contro remoto. Fue hermoso presenciar la cara de felicidad del niño.

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