Recuerdos.

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Capítulo 11.

En serio que no me había sentido tan extraña, ¿qué hacía Liz con Elliot a más de media noche?

Igual quien me preocupaba era ella, se supone que debía estar aquí ya.

—¿Qué? ¿Por qué? —dije aturdida.

Matt se encogió de hombros, tomó su celular y marcó.

Se quedó unos segundos callado y luego inició la conversación.

—¡¿Qué?! ¿Estás bien? Ajá, ¿dónde estás? Bien.

Y cortó la llamada, caminó de un lado a otro desesperadamente.

—¿Qué sucedió? —le dije con los nervios a flote.

—Se oía ebria.

Abrí mucho los ojos, casi nunca se ponía a beber tanto, pero no entendía nada.

Normalmente lo hacía por capricho, al verla vulnerabe, ebria, sensible y loca conseguía fácilmente lo que quería.

Salimos los dos juntos para buscarla, se supone que estaba con Elliot, buscamos por varios minutos en los que ya estaba desesperada, no recordaba muy bien dónde estaba el cuarto de él.

Maldije por no acordarme fácilmente, pero a lo lejos noté una habitación, parecía más una casa y yo seguía sin entender porqué era sólo para él.

Caminamos hacia allá tan rápido como se podía hacer a mitad de la noche cuando ya estaba adormilada.

Toqué la puerta varias veces desesperada con Matt a un lado. Si ella no se encontraba ahí, quién sabe en dónde y qué estaba haciendo borracha.

Me abrió una persona muy sonriente: Liz.

Estaba tambaleandose, descalza, despeinada y parecía loca, decidimos entrar, Elliot estaba sentado en el sillón, no sabía si estaba ebrio o no.

Tenía los ojos cerrados, parecía dormido, Matt estaba convenciendo a Elizabeth de que ya se fuera a su habitación.

Me arrodillé en frente de donde estaba Elliot, susurré su nombre, abrió los ojos e hizo una mueca.

—¿Qué pasó? —me aparté y bostezó, se veía muy cansado.

Matt se giró hacia mí y moviendo los labios me dijo que se iba a mi cuarto con Liz, luego hizo señas de regresar.

Quien estaba en frente de mí se tapó la cara, parecía confundido y apestaba a alcohol.

Me dieron náuseas y me aparté más, me miró por segunda vez y negó con la cabeza.

—Odio que tengas qué verme así, lo siento.

Últimamente se disculpaba mucho conmigo, según mi amiga, no era común en él. Bueno y según le contaron a ella, yo apenas socializo con ellos tres.

—No entiendo nada, y menos que dejaras que Elizabeth tomara. ¿Ya viste la hora? Dios. —Puse una mano en mi cara frustrada. Y aparentemente valiente, empiezo a tomar más confianza con él y me asustaba.

Sólo asintió, se veía vulnerable en este instante, no sabía qué hacer o cómo reaccionar.

—Tengo qué irme —me levanté y caminé hacia la puerta, nuevamente sujetó mi brazo.

—No te vas a ir sola, Matt vendrá por tí, quédate.

Cerré los ojos y me safé, me dieron escalofríos, me sentía asustada, digamos que Elliot no estaba del todo cuerdo.

Estaba de espaldas a él, se acercó y me susurró en el oído No me tengas miedo luego se alejó. Me dí la vuelta abriendo lentamente los ojos.

—Te desconozco, y vaya que de conocerte pues no, no sé nada de tí. —Más bien la ebria parecía yo. ¿Cómo le dije eso?

—Lo sé, me dejé llevar y eso arrastró a tu amiga, no deberías seguir hablándome, sólo mírate, me tienes miedo, no hace falta estar cuerdo para notarlo. No creo que Matt tarde. —Me miró por última vez y se fué hacia su habitación y cerró la puerta.

Me senté en el suelo, ahora me sentía mal se da cuenta muy fácil de lo que siento, y quiero de verdad no tenerle miedo, pero por fuera aparenta ser así, rebelde. Y eso me trae malos recuerdos.

Odiaba ser así, demasiado frágil, demasiado débil, me asusto con facilidad, no puedo confiar en muchas personas, lo que más odio es llorar todo el tiempo, no sé cómo sobreviví los años escolares pasados, lo único que quería era llegar y abrazar a mis padres, verlos felices, juntos.

Quería ser como las demás niñas, que amaban ir a fiestas con mini vestidos, y eran aceptadas, tenían mucho dinero, sus dos papás, no hacían nada y aún así las querían.

¿Por qué no puedo ser así? Segura de mí misma, usar vestidos, ponerme maquillaje, tener uno que otro novio, salir a fiestas, ser popular, poder abrazar a mi papá, contarle mis secretos a mi mamá, ser consolada por los dos.

Pero así no era mi vida, no era perfecta y ni siquiera se le acercaba. Lo único bueno de todo es que aún estoy sana, gracias a los cuidados de Theresa, creo que ahora por eso valoro todo lo que tengo, todo lo que me dan, aún así sea un simple abrazo.

También agradezco que Liz sea mi amiga, aunque sea todo lo opuesto a mí, sigue soportándome, incluso aunque no sepa todo de mí, sabe lo básico, familia disfuncional, mi papá ya no está, mamá trabajadora que no me hace caso.

No aceptada por gran parte de la vida escolar, sin conocer otro familiar cercano que me quiera.

Vaya, mi vida es genial.

Frotaba mis manos incensantemente y comenzaba a desesperarme y tener frío. No quería seguir aquí, me empezaba a desesperar y a tener miedo, y los recuerdos no me ayudaban, menos si todavía recordaba esas frías manos sobre mí.

Creo que los segundos parecían eternos, por un momento creí que Elliot se había asomado, pero más bien era mi imaginación, no era lógico que se asomara, no tendría porque.

Sin saber qué hacer, abracé mis piernas y tapé mi cara con ellas, cerré los ojos, mis pensamientos vagaron hasta cuando era niña, los días en que mi papá me cargaba en sus hombros, todos éramos felices. Ya no supe qué pasó después, lo único que recuerdo era un aroma exquisito.

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