Confesión.

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Capítulo 14.

Creía haberme desmayado, pero no fue así, ni siquiera me dormí, no era una pesadilla, era real.

Había descubierto uno de mis miedos. Eran tan parecidos que dolía.

Estaba en medio de la oscuridad, sentada con la mirada perdida y seguía recordando cosas del pasado.

Había querido cambiar, al inicio del curso creía que me había funcionado e iba a estar todo genial, pero estaba equivocada.

Parecía una película dramática y cliché —volvemos con los clichés— pero no podía evitar sentirme así.

En la oscuridad de esa noche no me sentía tan sola, pero un poco vacía.

—Te vas a enfermar

Escuchar esa voz alteró todo mi organismo, no quería que lo notara.

Era cierto que podía enfermarme, sólo vestía un pantalón delgado como pijama con una blusa rosa a juego y bueno, hacía frío.

—No me importa —sostuve mi voz fría queriendo así demostrar lo que había dicho.

Oí como se sentaba a un lado de mi por el sonido de la hierba, aún sentado se veía enorme y rogaba porque no demostrara cuanto me intimidaba.

—Bueno —dudó un poco, vacilando—. Pero a mí si que me interesa.

La respuesta casi me sorprende, hacía varias semanas que no me hablaba y yo había seguido sus órdenes.

Me encogí de hombros y crucé los brazos alrededor de mis piernas, había algo que nos iluminaba a ambos.

Después de varios minutos en silencio, se levantó con cautela como todos sus movimientos y estiró su brazo.

—¿Vienes? —Quizo sonreír, pero mi humor no se lo permitió y estiró su mano para que yo la tomara, dudé —. Soy inofensivo, no haría nada que tú no conscientizaras.

Intentaba hacerme reír, lo sospechaba, y sólo hice una mueca pero tomé su mano, sentí algo que no debía sentir y que me negaba a admitir.

Me levantó con mucha facilidad y nos encaminamos hasta su habitación, había estado sólo dos veces ahí y me sentía mejor que en la mía, aunque seguía enojada, frustrada y triste. Me indicó que me sentara y así lo hice, seguíamos a oscuras pero con la ventana abierta recibía algo de luz natural y reconfortante.

Quería hablar con alguien y desahogarme pero Elliot no estaba en mi lista.

Me leyó el pensamiento, se sentó en frente de donde yo estaba.

—¿Qué sucede? —Realmente ví preocupación en sus bellos ojos, siempre llegaba en momentos que para mi eran los peores.

Dije que no con la cabeza y crucé mis brazos. Pasó su mano por el cabello, parecía nervioso. Trataba de decir algo y no se animaba, por mi parte andaba con la mirada en un punto fijo.

—Me equivoqué... —Entrelazó sus manos —. Creía que podía alejarme de tí, pero no puedo y realmente no quiero.

Cerre los ojos fuertemente, ¿qué sucedía con él? No, tenía que irme.

Pero me sujetó de la cintura y otra vez sentí algo recorriendome.

—No te vayas —susurró tan cerca que alteraba mis nervios.

—No puedo...

Y no podía quedarme, no podía volver a caer si ya estaba en las nubes. Si se supone que debía superarlo.

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