Capitulo 3

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De por sí esto ya era muy raro. Atardecer. Mi habitación. Ethan y yo besándonos. Nunca pensé que ocurría esto, pero estaba pasando y no quería que terminara jamás. Ethan besaba como los dioses. Su lengua se abría paso entre mis dientes y exploraba todo el interior de mi boca. Nuestros labios danzaban. Era el paraíso. Rápidamente miles de descargas eléctricas se dirigieron a mi entrepierna y el pantalón comenzó a molestarme. Ethan me acerco aún más a él y pude sentir como nuestros bultos rozaban. Al parecer E también se dio cuenta, ya que dirigió sus manos a mi entrepierna y comenzó a soltarme el pantalón, iba a hacer lo mismo hasta que unos golpes en mi puerta me distrajeron. Intenté ignorarlos, pero cada vez se hacían más y más fuertes. Cuando abrí los ojos para mirar la fuente de los golpes, me encontré ahí, tirado en mi cama y con un problema gigante en la entrepierna. No podía creer que solo haya sido un sueño. Un estúpido sueño que me dejó con tal nivel de excitación.

Ya estaba anocheciendo y la música en mi iPod ya había parado de sonar. Esto era raro. Podría jurar que todo era idéntico a mi sueño. –Era tan real – pensé. Unos golpes en la puerta me distrajeron. Oh no, realmente esto no está ocurriendo. Me levanté y me dirigí a la puerta. Quede totalmente sorprendido con lo que vi.

– ¿Pu... pue...puedes explicarme que haces tú aquí? – intenté ocultar mi sorpresa y nerviosismo.

– Ni creas que es un placer – entró sin más a mi habitación. Tenía un plato en su mano. – Vine a traerte esto – estiro el plato hacia mi – ¡Woow!  tienes una habitación preciosa.

– ¿Por qué me traes tu esto? para eso existe la servidumbre – rasqué mi cabeza. Era todo muy confuso. – Supongo que Trinidad te envió. Es una estúpida si piensa que algún día tu y yo vamos a ser amigos. O quizás te vio cara de sirviente – reí.

– Já. Qué risa me das marica – fingió una sonrisa – toma de una vez el plato y vete a jugar con tus muñecas o algo. Y créeme, no tengo ningún interés en ser tu amigo.

– Voy a contar hasta tres y si no desapareces, te juro que ahora sí te parto la cara – hable calmadamente – uno...

– ¡ESPERA! – gritó – cierra los ojos.

– ¿Y desde cuándo yo obedezco tus ordenes? – pregunté.

– Solo hazlo... por favor – suplicó.

– ¿Te irás si lo hago? dije cansado de la conversación.

– Te lo prometo – sonrío.

– Está bien – bufé molesto y cerré los ojos. Gran error.

A los segundos de cerrar los ojos, sentí como todo el contenido del plato chocaba contra mi cara y la bebida que traía chorreaba por mi cabeza. Realmente no podía creer que eso estuviera pasando.

– ¡HA SIDO TODO UN GUSTO SEÑOR DE VALDÉS! gritó mientras abría la puerta y salía corriendo.

–  ¡¿QUÉ MIERDA HICISTE HIJO DE PUTA?! corrí gritando hacia la puerta, pero ya era tarde. Había desaparecido. ¡TRINIDAD, TE QUIERO AHORA EN MI HABITACIÓN! jamás en la vida había gritado tan fuerte.

Cerré de un portazo la puerta y fui hasta al espejo de mi baño. No me lograba entrar en la cabeza como se atrevió a hacerme eso. Ethan Pardo era un total estúpido. No tenía el derecho de entrar a mi habitación y menos tirarme comida encima. Iba a correr sangre, y esa era la de Ethan.

– Santiago, ¿Dónde estás? – escuché entrar a mi hermana.

– En el baño – dije molesto.

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